El exvicepresidente del Gobierno, Rodrigo Rato, acusado de once delitos de corrupción y de nueve delitos fiscales, se ha pasado a la vida contemplativa. Al menos durante 6 días. La "reencarnación" del político, del que ahora se ha sabido que ocultó presuntamente 3,6 millones en dos sociedades opacas creadas por el despacho Mossack Fonseca (el de los "papeles de Panamá"), se produjo entre el 19 y el 25 de marzo.

Esos días, Rato asistió en el centro budista dePedreguer (Alicante) a un curso de meditación titulado "el camino de Shamatha". El curso costaba 395 euros. Rato acudió solo. Por tanto, desembolsó otros 348 euros en la habitación individual en la que descansó entre sesión y sesión de meditación. El centro está situado en la exclusiva urbanización de la Sella con magníficas vistas al Montgó y al litoral de Dénia.

El lama Rinchen Gyaltsen, responsable del centro budista de Pedreguer, declinó comentar si Rato fue un buen alumno. "Eso es información privada", indicó. Sin embargo, sí explicó que el retiro de meditación al que asistió el exvicepresidente "apacigua el estrés y la ansiedad y ayuda a aumentar la virtud". Los participantes practicaban la relajación física y espiritual y hacían ejercicios de meditación. Debían sacudirse "la menta discursiva" y "desarrollar la claridad y la lucidez de la vida", explicó Gyaltsen. La rutina era los seis días la misma. Los participantes podían asistir a las 7 de la mañana a una sesión opcional de meditación. Luego desayunaban. Por la mañana, tenía lugar una sesión larga de meditación y por la tarde, otra. Ambas las dirigía Alan Wallace, quien "fue monje budista durante diez años y está vinculado a su santidad el Dalái Lama", precisó Gyaltsen.

Los alumnos no probaron la carne ni el pescado, ya que seguían una estricta dieta vegetariana. Los participantes conseguían "desenchufarse", afirma el lama, que, sin embargo, apuntó que, tras el curso y al "acercarse a la ciudad", era muy probable que empezara otra vez "el cotilleo interno". "Aquí, en este entorno tan tranquilo, tuvieron la oportunidad de desconectarse y encontrar la paz interna". Según relató un participante a la revista "Interviú", "el señor Rato fue solo, pasó muy desapercibido. Educado y discreto, se ponía un pañuelo azul para meditar y se apartaba del grupo. Llevaba, como todos, su zafú (cojín para meditar). Se sentaba a veces en postura de yoga, pero en una silla".