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El señor de los christmas anima al humorista de la revista de destape

El historietista Ramón Boldú cuenta sus visitas al pintor Ferrándiz en la autobiográfica "La vida es un tango y te piso bailando"

Las felicitaciones de Navidad eran Ferrándiz. Noches de paz iluminadas por luceros donde una virgen niña sostiene un Jesús bebé y sus ojos son chispas que miran desde unas caritas de muñeco de felpa. En 1965 el adolescente Ramón Boldú recibió de Ferrándiz el primer estímulo para perseverar como dibujante y diez años después empezó a publicar humor erótico en la revista de destape "Lib" e inició una carrera donde el dibujo y el sexo se trenzan como director artístico de "El Víbora" y guionista de una película porno rodada en Budapest. Lo cuenta en "La vida es un tango y te piso bailando" (Astiberri), la última entrega de sus historietas biográficas, donde el recuerdo de aquel encuentro entre el que sería el creador de la pera mordida del logo de "Lib" y el que había sido el autor de "Mari Pili en biscúter" ocupa las mejores páginas.

A mediados de los sesenta del pasado siglo, Juan Ferrandiz Castelló (1918-1997) era un artista popular camino de los 50 años que vivía y trabajaba en una mansión de una zona privilegiada del Tibidabo con una magnífica vista elevada sobre Barcelona. En esa casa recibió al chaval que quería enseñarle sus dibujos, le invitó a una cola-cola, al tuteo y a sus recuerdos en un hospital de campaña, recién acabada la guerra, pelado y aislado para superar el tifus exantemático producido por el piojo verde. En la primera visita dio el primer consejo al joven autodidacta, que simplificara el dibujo que Boldú rayaba y rayaba para acercarse a Doré.

En sucesivas visitas, después de las ocho de la tarde, cuando se iban sus ayudantes, una chica y un chico que pintaban y repasaban los dibujos que él hacía a lápiz, Ferrándiz contó a Boldú y que había comenzado su carrera dibujando historietas de terror y participando en "Érase una vez", una cenicienta española hecha en España antes de la de Walt Disney. También le narró las primeras historias que oyó de la guerra civil y de Eusebio Oca, maestro, periodista, dibujante, sindicalista y jorobado, que había trabajado en el teatro ambulante "La barraca" dirigido por Federico García Lorca y que compartió celda en el Reformatorio de Adultos de Alicante con el poeta Miguel Hernández, enfermo ya de muerte. Oca organizó un ardid para que el poeta pudiera ver a su hijo Manuel Miguel después de dos años. Los Hernández no estaban casados por la Iglesia y, por tanto, ni su mujer ni su hijo tenían derecho a aquellas visitas, cortas, de pie, separadas por los barrotes. La esposa de Oca hizo pasar a Manuel Miguel por hijo suyo mientras Josefina Manresa, la mujer de Hernández, esperaba fuera de la cárcel. Oca hizo el retrato del poeta muerto, en la enfermería, con los ojos abiertos. Oca trabajó en el primer largometraje animado español y primero en color de Europa, "Garbancito de la Mancha", dirigido por Arturo Moreno, pero no pudo salir en los créditos por rojo.

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