Nunca es fácil decidirse por un estilo, una intervención determinada a la hora reformar una vivienda que se nos presenta con un pasado predeterminado y huir de tópicos, evidencias. Mucho más aun si se trata de una reforma extrema, que es lo que hoy les mostramos y que requería mucho tiempo y muchos recursos, pero sobre todo un gran esmero en el diseño y en la ejecución de los detalles.

En este caso sin embargo valieron todas las penas, todos los esfuerzos invertidos en crear una belleza sin estridencias que diera la mayor importancia al tema de composición del proyecto, las maravillosas vistas sobre la bahía de Palma, casi nada.

La reforma de este piso es obra de los arquitectos Ana Inchausti y Gustavo López en colaboración con Nacho Salas y Biel Sastre de NB arquitectes. www.nbarquitectes.com

El objetivo principal de esta intervención supuso una reforma integral de un espacio concebido de manera completamente distinta en sus orígenes consistió en introducir la atmósfera del puerto deportivo de Palma en el apartamento a través de un lenguaje clásico y elegante, que hiciera alusión a la náutica pero no de una manera evidente, es decir, sin utilizar la típica y socorrida estética marinera tan habitual en las zonas de costa, tanta que puede incluso resultar cargante, cursi, fuera del tiempo que estamos viviendo.

Se solucionó adaptando el proyecto a la comodidad y el disfrute de los nuevos y exigentes propietarios porque increíblemente, y a pesar de estar frente al Paseo Marítimo de Palma, en este antiguo y desvencijado apartamento que adquirieron, no se podía ver el mar desde ninguna de sus múltiples habitaciones.

Con la demolición total de todos los muros interiores, y el cambio de los viejos suelos y carpinterías, el antes oscuro y cavernoso apartamento parecía recobrar vida, y el aire y la luz del Mediterráneo empezaron a sanear y a esculpir poco a poco un espacio que se fue transformando en un refugio para la contemplación y en un maravilloso escenario para la vida doméstica.

Desde la fachada de este edificio, unos muros angulados de marés marcaban una dirección orientada hacia el Paseo Marítimo. Utilizando esta dirección como eje de referencia, los suelos, que recuerdan la cubierta de un barco, siguen esta línea para romper completamente la forma ortogonal del apartamento y dan una continuidad interior-exterior, ya que se prolonga hacia las terrazas.

En el espacio interior, modelado en un blanco impoluto, se distinguen dos zonas diferenciadas, una zona privada, que incluye el dormitorio con un baño en suite y la cocina y una zona pública donde convivir y recibir, donde el área de ocio se mezcla con una relajada zona de trabajo. En esta zona nobile, los falsos techos crean un juego de quiebres y diferencias de altura, destacando un "vacío "central, donde las curvas envuelven el espacio, casi como en el salón de baile de un crucero.

Para la zona del lounge, fue diseñado un sofá cuyas formas se nutren de las "bañeras" de los barcos, los asientos que se encuentran en la cubierta, y que permiten disfrutar del aire libre. En este caso, este sofá curvo se adapta al muro y orienta sus visuales hacia el exterior, pero mantiene el punto de atención en una chimenea de bioetanol que preside la zona de relax.

Para el área multimedia, se incluyó una pantalla de proyección empotrada en el falso techo, que permite disfrutar del cine en casa, sin distorsionar la atmósfera clásica del apartamento con excesos tecnológicos que en la mayoría de ocasiones resultan nefastos para la armonía de los espacios pese a que sus diseños cada vez resultan más atractivos.

Curiosamente los propietarios eligieron la mejor zona de la casa, aquella que tiene las vistas más extraordinarias sobre el puerto, como su lugar de trabajo. Una mesa de escritorio especialmente diseñada siguiendo la dirección angulada de los muros y el suelo, y situada frente a una gran ventana, es un elemento funcional a la vez que escultórico, con un sobre de cristal que deja fluir toda la luz desde el exterior.

Para articular estas dos zonas, la privada y la pública, fue diseñada una pieza que ´flota´ en el espacio: la Caja Blanca, una habitación que recuerda a las viejas casetas de playa del Lido de Venecia, y cuya función no es otra que la de estas casetas, ser un espléndido cambiador.

En toda la casa el ambiente se mantiene elegante y pulcro, y los toques de color están dados por los excéntricos empapelados que revisten el aseo de cortesía y el interior de los vestidores.

El cristal blanco es el protagonista del baño principal, enteramente revestido en este material, aportando una atmósfera impoluta y fresca.

Para la cocina, los propietarios querían que la piedra negra fuera el material de las encimeras. Teniendo en cuenta este deseo, se diseñó con Bulthaup Nicolau una cocina donde el negro se puede ver no sólo en el granito de las superficies de trabajo, sino también en el cristal detrás del fregadero y en el frente de la nevera. Para acentuar este color, se eligió un gris antracita como color principal del resto de muebles de la cocina, combinado con electrodomésticos de acero inoxidable.

En la terraza de la cocina, se creó un nicho en la pared, revestido en acero inoxidable, que alberga una pequeño grill eléctrico también de acero, que permite disfrutar de una barbacoa ´al fresco´, un requisito fundamental de los propietarios. La terraza y la cocina se fusionan en una relación interior-exterior con unos límites desdibujados por la continuidad de suelos y falsos techos.

De dentro hacia fuera, todo el espacio fluye a través de las líneas negras de caucho del suelo y las visuales creadas para poder ver con un golpe de vista casi la totalidad del espacio, atrayendo hacia el interior toda la luz y el color del Mediterráneo. Una espacialidad sencilla pero rica en detalles, cuyo mayor logro es convertir los materiales en un verdadero hogar.