Terri Irwin anunció hoy a los medios locales que serán capaces de recoger los mismos datos que los investigadores nipones sin dañar a los animales, y presionar así a Tokio para que termine su programa de capturas "científicas".

"Estamos determinados a mostrarles a los japoneses que deben dejar de cazar todas las ballenas, no sólo las jorobadas", dijo la viuda del televisivo aventurero fallecido el año pasado y considerado un baluarte de la defensa de la naturaleza en Australia.

Japón decidió la semana pasada eliminar a las ballenas jorobadas, en grave peligro de extinción, de la lista de capturas permitidas bajo el pretexto de realizar estudios científicos, que en estos momentos autoriza la caza de 850 ballenas minke y 500 ballenas de aleta.

Tokio respondió así al anuncio del nuevo Gobierno australiano de que vigilará con barcos y aviones la próxima campaña anual de los balleneros japoneses en la Antártida.

La Comisión Ballenera Internacional solicitó en junio al Ejecutivo nipón que detuviera este programa, tras una resolución no vinculante auspiciada por Australia, uno de los países que con mayor insistencia rechaza el plan.

Este organismo ha ratificado la moratoria vigente desde 1986 que prohíbe la caza de ballenas con fines comerciales, pese a las presiones niponas para que se levante el veto para las capturas a pequeña escala.

Noruega es el único país del mundo que permite la caza comercial de cetáceos, pero Japón e Islandia apresan más de 2.000 ballenas al año con fines "científicos", lo que, según los grupos ecologistas, es una forma encubierta de efectuar su pesca comercial.