Un proyecto financiado por España en el parque nacional de Gunung Leuser, en el noroeste de Indonesia, busca devolver a la selva a orangutanes que han vivido en contacto con el ser humano.

Cuando Sasa, una orangután de 13 años, llegó al centro de protección del parque, en la localidad de Bukit Lawang, sabía vestirse y bañarse con jabón, pero era incapaz de trepar por un árbol.

"La trajeron con cuatro años", relata a Efe Tomin, uno de los diez cuidadores de orangutanes de Gunung Lawang, y añade: "Suponemos que antes había estado en un circo porque era capaz de actuar para nosotros, pero no sabía valerse por sí misma en la selva".

Incapaz de comprender que es la causa del pesar de su cuidador, Sasa despacha sonrisas a diestro y siniestro desde su jaula y alarga una mano a Tomin a través de los barrotes para que se la acaricie.

"En su caso creemos que no vamos a poder reintegrarla, que no va a ser capaz de vivir en la selva y que tendrá que quedarse aquí", explica este indonesio, que como muchos otros sólo cuenta con un nombre.

El objetivo del programa para orangutanes de este parque nacional del norte de Sumatra, incluido en la Red Mundial de Reservas de la Biosfera y declarado Patrimonio Mundial por Naciones Unidas, es reintroducir a los ejemplares que han entrado en contacto con el hombre en su medio natural y, sobre todo, preservar la especie.

Según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Mundial para la Naturaleza, el orangután de Sumatra (Pongo Abelii) está "críticamente amenazado" y se estima que la población de machos maduros ronda los 250 ejemplares.

Casi descartada por completo Sasa, las esperanzas de los cuidadores de Gunung Leuser se centran ahora en el otro inquilino de la jaula, un joven orangután macho de seis años llamado Radaria.

"Radaria perdió a su madre hace dos años y lo trajimos aquí para que sobreviviese, ahora estamos intentando que vuelva a adaptarse a la vida en libertad", cuenta Tomin, que lleva 17 años trabajando en Gunung Leuser.

El proceso de reintroducción de los orangutanes es lento y comienza con la recogida del animal y su chequeo médico, para pasarlos a continuación a las jaulas donde viven Sasa y Radaria.

"Estas celdas están al descubierto para que se acostumbren al clima de la selva", apunta el cuidador.

"Además, aquí sólo les damos fruta, porque eso es de lo que se alimentan en libertad; en cautividad les dan cualquier cosa", agrega.

Luego, sus cuidadores empiezan a sacarlos a la selva para que aprendan a trepar por los árboles y procurarse comida, para que "recuerden sus instintos", resume Tomin.

No obstante, los cuidadores cuentan con una plataforma donde a diario les dejan comida para asegurarse que no pasan hambre.

Progresivamente, los períodos de integración en la selva se van alargando, porque los orangutanes se encuentran cada vez más adaptados, hasta que un día, los antiguos inquilinos de la jaula desaparecen para siempre, ya totalmente recuperados de su accidentado paso por la civilización.

"Queremos que no se habitúen al contacto con los hombres, porque no es natural", asegura Tomin.

Por eso, los cuidadores mantienen una lucha paralela con algunos guías locales que, para atraer turistas y asegurarles una foto inolvidable, les dan de comer durante las marchas por el interior del parque, perpetuando la intromisión humana en el mundo de estos primates.

Para reforzar la actividad de conservación del parque de Gunung Leuser, el ministerio de Medio Ambiente de España en colaboración con Naciones Unidas ha donado 530.000 euros en los últimos años.

Gunung Leuser alberga más de 10.000 especies de flora y fauna, entre las que destacan, además del orangután, el tigre y el rinoceronte de Sumatra, el elefante asiático, y la rafflesia, la flor más grande del mundo.

En Indonesia la posesión de orangutanes y de otros animales en peligro de extinción está prohibida y castigada, pero el país se encuentra entre los primeros del mundo en cuanto a tráfico de especies protegidas.