Con Antonio de la Torre ocurre algo parecido a Luis Tosar: su rostro (y talento) resulta garantía de calidad, quizás porque ambos tienen buen criterio y participan en proyectos cuando menos interesantes. Lo es, y con mucho, "Que Dios nos perdone", que recuerda, por su aspereza y naturalismo, aparte de por su protagonista (acompañado aquí por el fantástico Roberto Álamo), al contundente largometraje de Raúl Arévalo "Tarde para la ira".
"Que Dios nos perdone" se integra ya esa nueva categoría de thrillers confeccionados en el país -de hecho, hay que hacer su lectura en el contexto patrio para entenderlos en todas sus dimensiones- que, más que verse, pueden olerse y hasta tocarse, en los que la violencia se desborda en cada plano sin efectismos ni caprichos. Películas tan intensas que hasta el sudor nos salpica.