Cuando los japoneses sugieren que es mejor perdonar y olvidar utilizan una metáfora acuática e invitan a algo así como a dejar que el agua se lleve el problema. Sin embargo, para Patricio Guzmán el agua no se lleva nada: su memoria lo guarda todo y lo devuelve a quien la escuche. El chileno está dispuesto a hacerlo y a convertir su testimonio en la génesis de la historia de su país.
Aunque el exquisito bucear de Guzmán por el universo permite al espectador rozar incluso las estrellas, el director mira sobre todo al mar para denunciar cómo su pueblo reniega de su pasado al darle la espalda y para utilizarlo como medio para devolver al presente los cuerpos ausentes que la dictadura arrojó en él con la intención de convertirlos en olvido.
Guzmán demuestra que la poesía es un lenguaje apto para documentales. Y que con ella no solo se puede contar algo importante, sino hacerlo de forma hermosa y emotiva.
