¿Se puede contar de una manera diferente e impactante el Holocausto? "El hijo de Saúl" es una respuesta afirmativa a esa cuestión y ahí reside su fascinación. Su particularísimo punto de vista, que puede chirriar a los acostumbrados a una cámara más convencional que en vez de seguir al personaje, como aquí, enfatice lo que ve, resulta muy eficaz a la hora de transmitir el horror en el que vive inmerso como miembro de un grupo (Sonderkommando) que araña un poco más de vida a cambio de limpiar y mantener las cámaras de gas.
No es preciso mostrar el horror en primer plano: lo atisbado deja más a la imaginación que lo explícito. El horror se escucha, se respira... en un largometraje que se merece sobresaliente al trasladar cómo se llevó a cabo: con la misma meticulosidad y frialdad que si se gestionase una fábrica, una fábrica de muerte.