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Ch ch ch changes...

Buscando hace tiempo por internet críticas sobre mis discos para un dosier, encontré una de las más simpáticas y abrumadoras que inflaron mi ego a reventar. Se concentraba todo en el titular: "Poetas & Motocicletas: Entre Álvaro Cunqueiro y David Bowie"

Volví a buscarla anteayer para comprobar si la reseña es anterior a la fundación del hospital. Efectivamente, menos mal. Sigo navegando y me encuentro con la presentación del clip y último single de David Bowie: "Lazarus". Mientras le doy a play y sopeso que Ziggy Cunqueiro sería un alias total, empiezo a ojear el vídeo y a oír el tema. Desasosiego. Sabía que no andaba muy bien de salud, aunque se especulaba con un regreso al escenario; pero "Lazarus" no suena a regreso triunfal, suena a despedida. A los dos días muere, parece parte de la promo... en modo "Sound & vision", como vivió sus 69 años de vida.

Cuando estaba en BUP, los discos que nos prestábamos entre los cuatro que oíamos discos se dividían en tres grandes grupos: los infumables que molaban pero te hundían socialmente si decías que eran un coñazo, los que te molaban pero te hundían socialmente si decías que eran buenísimos y los de David Bowie. Recuerdo cómo un profesor de matemáticas nos brindó un sonoro y tartamudo "mmmaricones" a mí y a un compañero de clase cuando nos sorprendió ojeando la portada de "Aladdin Sane" en vez de atender al binomio de Newton. Recuerdo también el caso del hermano pequeño de otro compañero, que tenía a su familia y al psicólogo infantil colapsados porque a sus 13 años oía a Bowie, dibujaba con ceras a Bowie, hacía Bowies de plastilina y se vestía y jugaba a ser Bowie en vez de a polis y cacos. Así que fue por aquel BUP cuando empecé a tocar (mal) la guitarra y a montar pequeñas bandas de instituto bajo estricta dieta de Chuck Berry y su "Johnny B. Goode". Un tal Ino (tocaba en Stanfil, creo) vino de veraneo desde Madrid y una tarde soltó: "Y algo de Bowie?" OK, pero todas tienen más de tres acordes.

Sus primeras grabaciones aparecieron en este país en un doble álbum cutre-recopilatorio que conservo como oro en paño bajo el lamentable y delirante título de "David Bowie: el Rey del Gay Power". Pop orquestado tipo Scott Walker y algo de folk acústico jipitrusco. A partir de ahí y al parecer tras salir del cine bajo la alargada sombra de las naves de Kubrick y su 2001, aterriza "Space Oddity"... y al poco "The Man Who Sold the World", "Hunky Dory", "The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars", "Aladdin Sane"... Todo entre 1969 y 1973. Creo que, tras Los Beatles y los Kinks (¿Dylan?), nadie había disparado semejante ráfaga de cinco joyas seguidas, seis si contamos "Pin Ups", su álbum de covers. Creo que esa es mi época favorita, melódicamente impecable, impregnándose no solo de laca y polvos de tocador sino de Lennon, Ray Davies, Velvet Underground, Sinatra, Brel, Syd Barrett o Cole Porter y apoyado por quizás uno de mis guitarristas fetén: Mick Ronson o por Tony Visconti, el productor inevitable. No creo que haya en todos esos discos más de dos canciones mediocres, más aún dudo que haya alguna mala. Una vez se deshizo del alter ego glam (léase Ziggy Stardust) empieza a rebuscar inquieto fuentes de dónde beber dirigiendo su mirada a Alemania y su fría electrónica y a los USA con su sonido Philadelphia que por aquel entonces ya era una discoteca gigante donde pronto se bailaron "Diamond Dogs" o "Young Americans". Y empieza la experimentación.

Cuando oigo en términos de rock la palabra "experimentar", me entra una pereza similar a la que te entra cuando tienes que viajar en bus en agosto hasta Benavente. No en todos los casos, pero en un alto porcentaje la experimentación gana por goleada a la melodía, siendo la canción la que palma el partido, y aunque Bowie tiene joyas en esa década contenidas en "Young Americans" o "Diamond Dogs", la cosa ya no pinta igual. Aunque "Heroes" lógicamente es el ejemplo que me haría cerrar la boca por lo que acabo de decir, para empezar su voz ya no es la de Ziggy Stardust, aunque acojona igual, Carlos Alomar no es Mick Ronson y para colmo los 80 se acercan, los temibles 80 que le darán el éxito masivo, licencia para petar estadios e inspiración para su obra magna que más odio: "Let's Dance". La moda se acopla a él o él a la moda, da igual: se le empieza a ver como un icono ochentero de hombreras desmadradas y pantalones de pinzas modo Gene Cabaleiro, junto a discípulos aventajados tipo Simple Minds, Bauhaus, ABC o Depeche Mode que lo imitan con mayor o menor fortuna, capaces de lo más sublime y de lo más detestable. Desde la propia Inglaterra hasta la música ligera española. En los 90 la cosa se calma y se vuelve la mirada a sus orígenes vía britpop (Oasis, Jarvis Cocker, Blur, Suede...) pero la máquina de experimentar no puede parar y Bowie va por libre y decide ya solo beber de sí mismo.

Más de una docena de mis canciones están ambientadas en paisajes donde el escapismo, la ciencia, la pseudociencia, la chorrada y la ciencia ficción se dan la mano entre ellas y por debajo de la mesa con lo más banal de la vida laboral y doméstica de cualquier terrícola. Y reconozco que todo eso fue un impulso desmedido por esquilmar y copiar, desde mi cutre perspectiva, a David Bowie.

"Life on Mars?" un título que podría a priori parecer como "otra melodía espacial", solo es una pregunta que la protagonista de la canción con peinado de ratoncillo se hace tras verse incomunicada con su familia, su barrio y su vida de muy baja calidad, de ahí la pregunta al final de cada estrofa... ¿Habrá vida en Marte? La ciencia ficción se escribe o se anhela no solo por la curiosidad que suscitan otras galaxias y otras dimensiones, sino también por la necesidad de despegar los pies de este aburrido planeta, la necesidad inmediata de despegar a dolor hacia el interior de tu propia cabeza. ¿Habrá vida en Marte...? Quizás esa es la cuestión que lo llevó más allá de la estratosfera desde su Brixton natal a inspeccionar más soles, más formas musicales y más glitter. ¿Habrá vida en Marte? La pregunta de un día cualquiera cuando uno se da cuenta de que la talla del planeta tierra se le va quedando pequeña.

Planet Earth is blue and there's nothing I can do...

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