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Rosalía de CastroUn viaje a través de la imagen

Una exposición itinerante por las principales ciudades de Galicia y un libro del fotógrafo Xurxo Lobato evocan la vida y la obra de la poeta

Imagen que forma parte de esta exposición y del libro "Airiños aires, Rosalía" de Xurxo Lobato

Pocas cosas hay tan difíciles de hacer a través de imágenes como representar con ellas el alma de una obra literaria, más aún si esta es una obra poética. El fotógrafo Xurxo Lobato ha conseguido con las fotografías de "Airiños aires. Rosalía" el mayor acercamiento que puede hacerse a través del arte fotográfico al alma de la más grande poeta gallega que dieron los tiempos. Lo hace como un homenaje a Rosalía de Castro pero también a una figura que por sernos tan cercana es al mismo tiempo tan desconocida. Lobato reivindica aquí a la poeta gallega y galleguista pero también a la mujer que fue al mismo tiempo una intelectual, una feminista, una conciencia ecologista y un ser humano a través de cuyo pensamiento social se denuncia la explotación y la injusticia. "Mis fotos -dice Xurxo Lobato en el prólogo del catálogo de la exposición- quieren ser una mirada nostálgica, evocadora de la vida de Rosalía y de su obra". Esa mirada nos traslada a una nueva dimensión de la figura inmortal de la poeta gallega a través de las imágenes de Lobato, reforzadas con versos de la propia Rosalía. La exposición "Airiños aires.Rosalía", que estuvo hasta el 30 de marzo en la sala de exposiciones de la Diputación de Lugo continuará un recorrido itinerante pos Santiago de Compostela (Casa do Cabildo), Vigo (Casa das Artes), Pontevedra (Museo Provincial), Ourense (Centro Marcos Valcárcel), A Coruña (Kiosko Alfonso) y Ferrol (Centro Torrente Ballester).

Pila bautismal

El recorrido comienza en el momento mismo en que lo hace la vida de Rosalía, en la pila de piedra del Hospital Real de Santiago de Compostela en la que la poeta recibió el bautismo. Pero no es este sólo un recorrido biográfico sino que las imágenes quieren llegar al sentimiento mismo de la poesía rosaliana. Una poesía que queda atrapada en las imágenes del monasterio de Conxo. En las calles de Santiago, bajo la lluvia, donde la Casa de la Concha impone su presencia al vacío y la soledad. En las Rúas do Hórreo, de Altamira y do Vilar, con losas de piedra milenarias, testigos de siglos de historia, que la vieron pasar en las tardes de lluvia y en las que las pisadas de Rosalía parece que aún resuenan en el momento en que contemplamos las fotos. El fotógrafo entra en la catedral para atrapar la luz de una poesía que rinde también culto al Padre Eterno.

En las llanuras de Castilla, bajo el sol ardiente que quemaba las espaldas de los trabajadores que iban a la siega ("cando van van como rosas, cando veñen, ven como negros"), en las calles de Madrid que vieron pasar fugazmente la figura de la mujer que vivió aquí los días más saudosos de toda su vida ("Si pronto non me levades, ¡ai!, morreréi de tristeza"). La calle de la Ballesta, donde estaba la casa de su tía María de Castro, y el callejón de Álvarez Gato, donde vivió después de casarse con Manuel Murguía en la Iglesia de San Ildefonso de esta ciudad, a la que el fotógrafo se acerca para mostrarnos el escenario de la ceremonia. En la campiña gallega, en las Brañas de Laíño, en la carballeira de San Lourenzo y en las aldeas en las que el sonido de las campanas es una presencia permanente que parece que estamos oyendo cuando vemos las imágenes. Las iglesias de San Xulián de Bastavales y la de los Anxeles en Brión. Las Torres de Oeste en Catoira, entre amenazantes y majestuosas. Las orillas de Sar, las fuentes del pazo de Arretén y los ríos, el agua de Galicia. En su casa de Padrón, tan bien conservada, con tantos detalles que a cada paso nos traen al pensamiento estampas de su vida. Su cama, con una rosa fresca, que parece preparada para acoger su cuerpo después de un día de fatiga. Su rostro, que nos mira desde una pared. La ventana desde la que contemplaba el huerto y la viña.

Negra Sombra

El fotógrafo nos invita a entrar en el piso de A Coruña, en la Rúa do Príncipe, donde recibió la visita de aquella Negra Sombra que llegó para quedarse en su vida. Navegamos por el mar de Galicia, tan presente en su poesía. La ría de Arousa, surcada de veleros con sus blancas velas hinchadas de viento. El Santuario da Virxe da Barca en Muxía ("mentras dormen os homes, ela adorazón lle presta"). Y el final, que no podía sino ser su tumba en el cementerio de San Domingos de Bonaval en Santiago de Compostela ("Teño medo dunha cousa que vive e que non se ve"), la ciudad en la que tantas cosas evocan su obra y su figura.

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