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Entrevista | Sumplemento EL SÁBADO

Suso de Toro: "En Galicia prospera el pailán que imita ser madrileño"

El escritor gallego regresa a la literatura, aunque, en principio, no sea por mucho tiempo

El escritor compostelano Suso de Toro. // Jesús de Arcos

Son nuestros pecados la memoria? ¿Tiene cura la vida? ¿Fueron igual de injustos y sanguinarios los franquistas que los antifascistas? El escritor plantea estas cuestiones y muestra su posición al respecto en Somnámbulos (Xerais, en gallego), Sonámbulos, Alianza Literaria, en castellano), su último libro, formado por tres relatos que harán doler las entrañas.

- ¿Qué motivó que regresase a la literatura?

-No estaba previsto este libro en absoluto. Lo que ocurre es que cuando cambié de profesión y actividad corté con aquello, tenía dos proyectos en marcha. Uno de ellos era una novela que se llamaba "Lluvia". Ahí quedó. Después estaba lo que yo pensaba que iba a ser una obra teatral y que ahora es el texto principal de este libro. Para mí, quedaba sentenciado, pero es un tema que tiene mucha raíz dentro de mí. Yo quería hablar en ese momento de un tema que tiene relación con mi memoria personal y también con la memoria colectiva. Son acontecimientos que ocurrieron a mediados de los años 70, los fusilamientos de cinco jóvenes, dos de ellos de Vigo. Ese momento ha sido deliberadamente olvidado, por incómodo. Había necesidad de pasar página, de huir hacia adelante. Así fue. Dentro de eso, quedaron cosas incómodas de las que nadie quería hablar y esta era una de esas cosas. Viendo lo que está ocurriendo hoy en día con la democracia española, que está llegando a un punto de fracaso, para entender lo que ocurre, hay que recordar cómo nace la democracia española.

- El personaje del guardia civil que coprotagoniza el primero de los relatos, en un momento suelta: "Si hay culpas, habrá en los dos lados".

-Entre los años 1990 y 2000, en ese proceso de negación del pasado, llegué a leer de intelectuales que hoy son dominantes que eran igual de antidemócratas los franquistas como los antifranquistas. Eso es algo que no puedo soportar. He visto cómo se hablaba reiteradamente con desprecio de los antifascistas. Hablo por mí, pero los antifascistas teníamos defectos, estábamos equivocados en cosas, pero acertábamos en lo esencial y no acepto que se diga que unos son iguales que otros. No es así. Hubo un proceso de denigración para los que queríamos una ruptura con el proceso anterior.

-En el relato, se habla de torturas, ¿las sufrió usted?

-Nada, nada. Yo fui muy afortunado. Me detuvieron alguna vez; algunas veces me vinieron a buscar a casa. Ellos entraron por un lado; yo salí por otro. No hablo con orgullo de la clandestinidad en absoluto. Para mí, en mi memoria, no hay recuerdos bonitos.

-Por el miedo pasado...

-Porque no es bonito tener que actuar enmascarado; es una sensación incómoda. Sin embargo, sí que reivindico la lucha antifranquista frente a quien la denigra. Aunque no me gustaría ponerme a mí mismo como luchador de nada. Yo fui uno de miles que tomó una decisión, no quiero juzgar que haya personas mejores que otras. Cada uno sabe su historia. Lo que no soporto es que se niegue a personas que pagaron un precio, a veces, muy alto.

-¿Es hoy la libertad el sometimiento de otros?

-La democracia española está en manos de personas que eran franquistas y que estaban decididamente en contra de toda libertad. Esta es una sociedad muy desmemoriada. El libro tiene que ver con el momento de agotamiento de un régimen.

-Usted señala que escribir es como cavar un pozo, pero los recuerdos pueden ensuciar.

-Sí, a veces sí. La obra de ficción nace de la memoria, de las obsesiones del escritor. Primero, es un proceso de autoconocimiento. Cuando la echa fuera, aprende algo de sí mismo, se conoce un poco más. Atreverse a echar fuera cosas que llevas dentro ocultas es un acto de violencia psicológica. En esta obra, sentí satisfacción.

-¿Se imaginaba hace años que el sector editorial iba llegar a la situación difícil de hoy en día?

-Llevo años temiendo y asistiendo a la transformación de la literatura. La literatura como institución está a punto de desaparecer. Los escritores jugaban hace cuarenta años un papel en la vida social. Hoy no pintan nada. La literatura hoy tiene una dimensión puramente comercial. Quedan algunos autores con algún tipo de instalación fuerte por obras comerciales o por algún tipo de respaldo. Hace 30 años, para sentirse mínimamente culto, para sentirse un ciudadano capaz, uno tenía que tener alguna idea de las novedades literarias. Hoy en día eso no existe. Está la transformación de lo analógico a lo digital imparable y la literatura va quedando sin un lugar. No soy apocalíptico en el sentido de ser pesimista. Sé que hay guiones de series norteamericanas que son una literatura excelente. Pero hoy en día incluso los escritores en lengua castellana están olvidados, huérfanos; mientras que la literatura gallega no tiene un estado que la proteja. Ni el Estado ni la Autonomía la protegen. De ahí, el descenso continuado de usuarios de la lengua.

-Pero quizás parte de culpa la tenga la población por no usar el idioma gallego.

-No concuerdo. Es cierto que tenemos responsabilidades individuales. Yo me descubro ante los militantes de la lengua gallega que se esfuerzan en usar este idioma en una situación tan adversa. La gente quiere lo mejor para sus hijos y comprende cuáles son las reglas de juego de la sociedad que en la gallega implica que, para prosperar, hay que ser un pailán imitando a un madrileño. ¿Cómo se va a mantener el gallego si es una lengua desprestigiada, sin poder, sin respaldo? Eso es un drama y las dificultades para la literatura gallega son enormes.

-Nada parece fácil en estos momentos en Galicia.

-Lo que se nos dice es que el único camino es emigrar, emigrar de lengua, emigrar a otro lugar, siempre echar fuera. El que quiera prosperar debe mirar para fuera, es lo que nos dicen. Eso es un drama histórico.

-Sorprende que no se haya aprendido la lección tras tantas oleadas de emigración.

-No soy nacionalista ideológicamente, pero sí soy galleguista. Siempre lo he sido. Ahí tengo que decir que los galleguistas en su conjunto se equivocaron. Nos equivocamos. No supimos ofrecer a la sociedad gallega una perspectiva y dejamos que nos ganaran los partidarios de la sumisión a la Puerta del Sol. No fuimos capaces de tener un poder político propio. La autonomía pudo haber sido una oportunidad como lo fue en otras comunidades. Se está viendo el resultado: la juventud teniendo que marchar para todos lados. Ese el resultado de no haber sabido utilizar la autonomía, que quedó en manos de quien quedó, que no hizo lo que tenía que hacer. Todas las cosas buenas que se han hecho,las ha hecho la sociedad gallega. La sociedad gallega vale mucho más que el poder político.

-Por último, ¿va a tenernos tanto tiempo sin novedad literaria?

-No me comprometo a nada. Para mí, mi carrera ya acabó. Llevo publicados como 31 libros. Ya ocupan una estantería, ya no es poco. Trabajé mucho, fue un sobresfuerzo solitario, sin respaldo, fue muy duro. Quedé cansado realmente; pero estoy contento.

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