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BLUES DE LA FRONTERA

Llamadas perdidas

Llamadas perdidas

Mi teléfono móvil pertenece al siglo XX. Si lo desconecto del todo, no hay manera de comunicarse conmigo. Es ésta una treta que utilizo de vez en cuando aunque, muy en particular y debo confesarlo, cuando espero una llamada que no deseo o el momento resulta inoportuno. Por lo demás, y aunque parezca una contradicción, no niego que me sigue haciendo ilusión dejar el móvil en casa para, al regresar y echarle un vistazo, observar que me han llamado, que alguien se ha acordado de mí, que cierta persona me requiere. Lo malo es que, en la mayoría de las ocasiones, la ilusión se rompe en mil pedazos cual vasija de porcelana oriental o espejo de Alicia en el País de las Maravillas: suelen llamar para recordarme un deber, para que cambie de compañía de telefonía, para venderme una moto...en fin, para "fastidiarme".

Mi móvil registra, eso sí, llamadas perdidas, de esas que cual asignaturas pendientes, en su día no contestamos y que, al cabo de los años, nos pasan noctámbula factura durante los sueños. Es, supongo, el impuesto retrasado y con intereses que se cobra el tiempo perdido, y a mí me ocurre, por ejemplo, que hay temporadas en las que repetidamente sueño con que se me han quedado suspensas unas cuantas asignaturas de la carrera universitaria y que debo urgentemente regresar a Madrid para deshacer el entuerto y poder continuar viviendo sin mayor novedad a bordo. Pero, cuando el sueño se prolonga, resulta que vuelvo y me encuentro con que todo ha cambiado, empezando por el paisaje, que es ese termómetro que mide la temperatura ambiental y registra las precipitaciones de la juventud.

Me acontece en esos trances que resulta que ya no conozco a nadie en mi querido el bar de la Facu, que los pubs que frecuentaba están repletos de chavales que ¡horror! hasta podrían ser mis hijos, que el botellón ha sustituido al subastado y las cervezas en el Fazanes y, la pizza, a la tortilla española; y que mis antiguos amigos me dicen que no pueden quedar conmigo a tomar unas copas porque su último bebé se les ha resfriado o falta una firma en su acuerdo de divorcio.

Sin embargo, también es cierto que hay llamadas que es mejor que se pierdan porque, si nos detenemos en contestarlas, pueden gastarnos una broma pesada, como sucede en el sueño. Porque el pasado, a fin de cuentas, sirve para la literatura, el cine, la historia, el pasado se selecciona al recordar, no vale para respirar, y la maldita realidad nos enseña que no podemos vivir siquiera un par de veces y que si se te ha perdido una oportunidad, una llamada, una voz, mejor será que te dediques a responder al eco del presente o a buscar otra, pero en el futuro, ese teléfono verde que siempre está comunicando.

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