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Xosé Fortes | Coronel del Ejército, ex director de Instituto

"Cuando me licencié, casi la mitad de los reclutas apenas sabía leer"

"Fundamos en 1974 la Unión Militar Democrática, que se resumía en tres palabras: libertad, justicia y Europa. Nos detuvieron, condenaron y expulsaron"

En Sydney, con César Portela y su mujer, durante la vuelta al mundo que dieron en 40 días.// Archivo familiar

Nació en pleno rural, supo de niño lo que era cuidar vacas o cabras y, sin dejar la niñez, la muerte de su padre y abuelo casi seguidas le convirtió con 6 años en el hombre de la casa. Pepe Fortes es un magnífico ejemplo de esfuerzo y superación. Gracias a sendas becas pudo estudiar bachillerato y cursar estudios de oficial en las Academias Militares. Su afán de saber- su verdadera patria es la patria de los libros- le llevó a licenciarse en Filosofía y Letras en la Universidad de Santiago. Convertido a la democracia, el ejemplo portugués le animó a enfrentarse a la dictadura franquista, fundando con otros compañeros la Unión Militar Democrática, a fin de que la Fuerzas Armadas no fueran un obstáculo para la Transición. Pero el franquismo no estaba para bromas. Fueron detenidos, encarcelados, tratados como traidores, condenados a varios años de prisión y expulsados del Ejército. No pudieron reincorporarse hasta 1986, a la sombra de la aplastante victoria socialista, tras pasar el trago de negarles en 1977 una amnistía que incluyó incluso a miembros de ETA, y aún así, sin reconocerles derechos económicos ni concederles destino, por lo que Fortes pidió el paso a la Reserva. Paradójicamente, tras no pocas estrecheces económicas eso le llevó al mundo de la enseñanza y a pasar en ella los años más felices de su vida. Entre sus 4 hijos, suman 56 libros escritos por ellos.

Allí en la aldea. "Nací en pleno Bienio Negro (diciembre de 1934)- pintaban bastos- en una aldea entre Cotobade y Terra de Montes, Caroi, en la que normalmente caían chuzos de punta, pero en los días claros podían divisarse las Rías Baixas. Me crié en ambiente rural y economía de guerra. En una familia de campesinos que todavía tenía muy presente el pago de los foros y labraban la tierra con arado romano. De hecho, el primer arado de hierro (Ajuria) de la parroquia fue el nuestro. Pero el ambiente familiar quedó ensombrecido por la tragedia. Mi padre, Isaac Fortes, murió en la guerra en 1938 cuando yo acababa de cumplir los tres años, y poco después murió mi abuelo materno, José. Con seis años me convertí en el hombre de la casa. Mis primeros juegos tuvieron como escenario el patio escolar, pero sobre todo el monte, donde llevábamos las vacas a pastar y, cuando tocaba la "rolda", pasábamos un día entero cuidando el rebaño comunal de cabras y ovejas. Para los chavales de mi generación el monte era la libertad, y la aventura, montar a caballo. Galopar a pelo por el Caveiro era como volar. Mis hijos, aficionados al western, no se acaban de creer que me criara en el Far West".

Primeros estudios. "Aprendí a leer en la escuela del pueblo, con un maestro, don Ignacio, que me preparó para el ingreso en el instituto de Pontevedra. Pero mi educación sentimental se la debo a un libro que me abrió de par en par las puertas del paraíso: Corazón, de Edmundo de Amicis. Pude estudiar bachillerato gracias a a una casa que mi abuelo materno había dejado en Sâo Paulo, como una especie de fondo de pensiones para su jubilación. Aquella renta y aquella casa animó a mi familia a tomar una pionera y heroica decisión: trasladarnos a Pontevedra, bajo la batuta de mi madre, para que las chicas (mi tía y mi prima) pudieran cursar los estudios de magisterio y yo el bachillerato. Tuve un buen plantel de profesores (Filgueira Valverde, Iglesia Alvariño, Alvarez Villar...) y, entre latines, ecuaciones y fórmulas, fui aprobando los cursos con una nota media superior a 8, que era lo que exigían para la concesión de la beca. El manual de literatura, de Díaz Plaja, que me sirvió de programa de lecturas, y la biblioteca pública, situada entonces en los bajos del instituto, me permitieron acceder a las obras claves de la literatura universal. Julio Verne, Dumas y Stevenson fueron mis primeros maestros. Mención aparte merece Stendhal. La Cartuja de Parma la leí en una noche casi en estado de shock. Con el Werther, de Goethe, me convertí al romanticismo. Otro gran descubrimiento que tampoco me abandonaría, fue el cine. A menudo nos saltábamos las clases de la tarde para asomarnos al mundo con películas como Fort Apache, Gilda o Arroz Amargo".

Las academias militares. "En el último curso de bachillerato, gracias a una beca del colegio de huérfanos del Ejército, y el apoyo de varios profesores, comencé a prepararme para el ingreso (entonces difícil) en la Academia General Militar. Mi madre no podía pagarme estudios universitarios. Los dos años de riguroso internado en Zaragoza fueron duros, más física que intelectualmente. Mis válvulas de escape fueron la lectura y la equitación. Me pasé el segundo curso leyendo a Somerset Maugham y Pierre Benoit y montando cuatro horas diarias a caballo. Por el contrario, los años de Toledo, ya como alférez alumno, con sueldo, se me han quedado grabados con el barniz de la camaradería. Éramos un grupo de amigos poco convencional para los parámetros militares de la época, lectores asiduos, bohemios y con aspiraciones artísticas. Nos encantaba El Greco, al que copiamos en lienzos que luego vendíamos a los turistas para comprar libros. Fue una época inolvidable. En Toledo descubrí también la Filosofía. Marañón, Ortega, Unamuno€. Nunca pude conectar con la fe rocosa del rector de Salamanca, sin embargo, Ortega me deslumbró. Primero por su prosa, luego por su claridad -la cortesía del filósofo-, pero sobre todo por su europeísmo y su laicismo irrenunciable.".

Destino, Pontevedra. "Salí de las Academias Militares con el grado de teniente con 22 años, en 1957. Conseguí destino en Pontevedra, mi ciudad, y dos años después me casé con mi mujer, Marí Carmen. Formamos una familia que no tardó en conseguir el carné de numerosa. Mientras iba descubriendo la vida de guarnición, con sus campamentos de instrucción de reclutas y prácticas de guerrillas, descubrí también el atraso cultural de Galicia. Más del 12% de mis reclutas eran analfabetos y el 30% semianalfabetos, apenas podían deletrear. Mi prioridad profesional por aquellos años fue enseñarles a leer, la patria de los libros. Recuerdo la emoción de algún recluta al poder leer, por fin, sin ayuda del teniente, las cartas de la novia. Fueron también años de formación, primero preparándome para el ingreso en la escuela de Estado Mayor, estudios que abandoné por su sesgo ideológico, luego estudiando Filosofía y Letras en la Universidad de Santiago. Me licencié en 1969. En la universidad hice nuevos amigos, muchos de ellos militantes clandestinos, adquirí una visión global de la historia universal, y descubrí la efervescencia política (huelga del 68) del ambiente universitario. Hubo clases y textos, algunos marxistas, inolvidables, y descubrí un filósofo que me obligó a mejorar mi inglés: Bertrand Russell. Otra cosa que también descubrí fue que formaba parte del ejército de una dictadura parecía una milicia de partido. Y que las dictaduras son por definición tierra baldía. Me pasé con armas y bagajes a la democracia."

Militancia clandestina. "En los años setenta España comenzó a calentar motores para la Transición, y en los cuarteles se vivieron con enorme pasión dos acontecimientos internacionales de signo opuesto: el golpe de estado de Pinochet, en Chile, contra el presidente Allende, y la Revolución de los Claveles en Portugal. El primero proclamó la dictadura y los Capitanes de Abril la derrocaron, abriendo las puertas a la democracia. Fueron mi referente político. Lo que hasta entonces había sido antifranquismo militar de carácter feudal, es decir, local, comenzó a extenderse para tejer un colectivo demócrata de ámbito nacional con un único objetivo: impedir que el ejército fuera un obstáculo para la transición a la democracia. Fundamos con ese fin la Unión Militar Democrática (1974), cuyo ideario podía resumirse en tres palabras: Libertad, Justicia social y Europa. Y conseguimos nuestro objetivo. Cuando el búnker quiso reaccionar, en el 23-F, era afortunadamente demasiado tarde. No nos salió gratis. Nos detuvieron, nos procesaron, nos condenaron a varios años de prisión, cuatro en mi caso, y nos expulsaron del Ejército. Por presiones militares fuimos excluidos de la amnistía de 1977, ¡que incluía a los miembros de ETA!, y a pesar de la aplastante victoria socialista en 1982, tardaríamos otros cuatro años en ser reincorporados. Se nos incluyó finalmente en la amnistía de 1977, a todos los efectos, excepto los económicos, y nos denegaron todos los destinos por lo que pedí el pase a la reserva".

La salida prisión. "La salida de la prisión fue como una bocanada de aire. Sin embargo, después de los abrazos, tuve que hacer frente a acuciantes problemas económicos. Mi primer empleo civil fue la dirección de la revista Vagalume, y poco después conseguí, gracias al valor del director del instituto Valle Inclán, Marcelino Jiménez, que recibió enormes presiones militares, una plaza de PNN. Dos años después aprobé la oposición con la máxima calificación del tribunal. Durante aquellos años mi mujer, al tiempo que nuestra hija Susana, se licenció en Geografía e Historia. Aumentaron nuestros números rojos pero también las expectativas de futuro. Al aprobar las oposiciones, comencé mi actividad política, afiliándome al PSOE, y el Comité Provincial me propuso como cabeza de lista para las elecciones de 1979. Fui borrado de la lista, sin explicación alguna, por el Comité Nacional, y pedí la baja en el partido. La coalición Unidade Galega me ofreció ir en la lista al concello pontevedrés, donde permanecí cuatro años como teniente de alcalde y presidente de la Comisión de Urbanismo de la primera corporación democrática. Fueron años de duro enfrentamiento con los especuladores y los poderes económicos cuyo máximo exponente fue la Xunqueira de Alba, de enorme valor ecológico, en la que querían montar un polígono comercial-industrial. A duras penas conseguimos salvarla. Fue mi mayor éxito municipal".

En la enseñanza. "Durante unos años, los más felices de mi vida, dirigí el instituto pontevedrés de A Xunqueira, donde ensayamos todas las innovaciones pedagógicas. Habilitamos campos de deportes, organizamos viajes al extranjero e intercambios internacionales, montamos un cine club escolar, clases de gaita a cargo de Ricardo Portela, organizamos recitales de poesía, en los que participaron poetas como Bernardino Graña o Uxío Novoneira, celebramos la Semana de la Cultura Francesa, y creamos un aula de periodismo encargada de editar la revista escolar, Xuncos. Mis clases de Historia, a las que invitaba a las figuras más relevantes de la cultura gallega, eran retransmitidas por radio: Historia Viva. A propuesta de mi amigo Ramón Villares, en 1998 fui nombrado subdirector de la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo. Durante aquellos años el verano pontevedrés adquirió una acusada vertiente cultural. Por la ciudad fueron desfilando los nombres propios de la cultura española de aquellos años: Emilio Lledó, Vázquez Montalbán, Elías Díaz, Peces Barba, Castilla del Pino, Sánchez Ron..."

Jubilación viene de júbilo. "Durante estos últimos años he tenido tiempo de escribir algunos libros de temática militar, como Proceso a nueve militares demócratas: Las Fuerzas Armadas y la UMD, o Qué son las Fuerzas Armadas; y de historia local, como Historia de la ciudad de Pontevedra; Pontevedra: Burgo, Villa, Capital; o Terra de Cotobade. Y unas memorias de guerra que pretenden subrayar el papel de la UMD en la Transición: Cuando las derrotas otorgan la victoria: Batallas perdidas de un capitán de la UMD. También me he permitido ciertas licencias, como dar la vuelta a Galicia a caballo, que quedó grabada en una serie de televisión, Os Viaxeiros da Luz, premio Galicia de Comunicación, hacer el papel de general franquista en Los girasoles ciegos, de José Luis Cuerda, hacer a pie la ruta bretona de Castelao y Cunqueiro, o dar la vuelta al mundo en 40 días, en la que descubrí por fin la magia de los Mares del Sur".

Por fin, 2009

  • El 1 de abril de 2009, setenta años después del final de la Guerra Civil, el Congreso de los Diputados instó al Gobierno a rendir homenaje a los militares que habían contribuido a la instauración de la democracia, con especial reconocimiento a los que habían arriesgado, en defensa de esos ideales, su carrera y promoción profesional e incluso su libertad personal como miembros de la UMD.Para dar cumplimiento a ese mandato, el Gobierno, expresó en un Decreto su reconocimiento a los militares condenados por su pertenencia a la UMD, y la Ministra de Defensa, Carmen Chacón, nos concedió la Cruz del Mérito Militar, destacando nuestro valor por habernos enfrentado a la dictadura y defender los ideales democráticos".

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