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SÁLVESE QUIEN PUEDA

Una gira fantástica con el mando de la tele

¿Serán los actores de "Sé quien eres" un remedo de lo que somos nosotros? // FdV

Un conocido abogado tuvo un accidente automovilstico en el que perdió la memoria, o al menos eso dijo cuando le encontraron, desorientado, tras salir del coche en el que le acompañaba una sobrina política que no apareció por ninguna parte y que, por cierto, estaba enamorada de él. Poco a poco las indagaciones pertinentes en búsqueda de la joven fueron sacando a la luz que, aunque él estaba casado con una jueza, tenía por amante a una colega mucho más joven, y que su misma esposa gozaba, a pesar de su aparente seriedad tediosa, ocasionales ayayais placenteros con un policía, también esposado y no con grilletes. En su labor investigadora, las fuerzas de la ley iban de sorpresa en sorpresa porque, si se enteraron de que un sobrino del abogado había tenido un encuentro pasional con la hija del hombre que se había casado con su madre en segundas nupcias, también conoció el dato de que de la sobrina desaparecida estaba enamorada de una compañera de la Universidad...

A estas alturas de la narración andará usted tan desorientado como el abogado cuando le hallaron en la carretera, y como yo mismo, que me he perdido al intentar resumir la historia. No es una historia real sino parte de la trama sentimental de una serie de muy buena factura audiovisual, "Sé quien eres", que solo Dios sabe qué nuevas sorpresas de índole erótica nos deparará todavía, por no contarles que hay hasta una fiscal que comparte cama con el abogado de la acusación, que a su vez tuvo un desliz ocasional con su socia de despacho, que no es otra que la que mantenía un amor tórrido con el abogado protagonista. La pregunta es ¿será el guión un reflejo de la sociedad de quienes vivimos en los países desarrollados? Cambie usted el canal y se encontrará con un circuito infernal de violencia, desamor y sexo. Por ejemplo con la serie de Las Kardasian, cuyo cabeza de familia decide que lo suyo es ser mujer, sus hijas solo viven para las cámaras, la madre se lía con un hombre de la edad de ellas y dice que nunca gozó tanto, hay por medio un hermano depresivo y flota en su medio ambiente un escandaloso consumismo que les lleva a comprar mansiones como botellas de agua mineral entre conversaciones cuyo nivel cultural no sobrepasa el de una deficiencia psíquica severa.

No hay que recurrir, de todos modos, a las series americanas, espléndidas en desatinos y cuyas audiencias inmensas permiten entender por qué se vota a un presidente como el actual americano, hábil para obtener dinero pero indocumentado, lerdo, primitivo a carta cabal. Si haces una gira con el mando por los canales españoles privados te puedes encontrar con videntes de la más baja estofa engañando a incautos con recursos de santón tercermundista, series de éxito nutridas del saber delictivo de familias desestructuradas, incitaciones al juego, canales de sexo que te hacen perder para siempre las ganas, programas en los que proponen matrimonios sin conocer a la otra parte, o encuentros en la cama antes de decirse hola, o humillantes grupos de mujeres que compiten por casarse con un granjero. Las influencias de la televisión en el comportamiento de adultos tienen ya sobrada literatura científica y si hablamos de adolescentes ¿qué espera usted que pase con ellos?

Puestos a hacer hipótesis sin fundamento (¿no las hacen también nuestros independentistas?) no sé que pensarán sobre el amor y el sexo si hubiera vida desarrollada en esos siete planetas nuevos que han encontrado similares a la Tierra, pero espero que los 40 años luz que nos separan eviten que podamos contaminar su cultura con nuestra debacle amorosa. Y es que no hace aún muchos años nuestros abuelos se rompían el cuello por ver los tobillos de una dama mientras subía al pescante de un carro de caballos pero hoy ya no hay nada que ver porque todo está ya a la vista como en la sección de carnes de un supermercado. Nuestros abuelos apenas veían y tocaban a lo largo de su vida más cuerpo, salvo los de pago, que el de su consorte. Ahora, en que la vida es espectáculo y todo se exhibe impúdicamente, si ellos revivieran o los seres que están a 40 años luz vieran nuestras televisiones se quedarían estupefactos al ver esos "reality shows" poblados de desnortados huérfanos de principios, gentes que cambiaron la fe en dios por la esperanza en las audiencias... Ya no digo en el amor y en el sexo, el paraflús manicomial que recrean los guionistas televisivos. ¿Seremos así en la vida cotidiana? ¿Nos retrata ese pandemonium sexual, ese desaguisado sentimental que vemos en la tele?

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