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El retrato de Dorian Vázquez

El retrato de Dorian Vázquez

Suponemos que ya habrán visto ustedes el retrato de Paco Vázquez destinado a inmortalizar al ubérrimo e inefable regidor coruñés adornando las paredes del consistorio de María Pita. Pero si no es así, nos permitimos el lujo y el atrevimiento de reproducir las palabras que la periodista Ana Rodríguez escribía para La Opinión de A Coruña. Les aseguramos que no exagera ni un pelo:

"Sobre un sobrio fondo grana y en plano americano, [el retrato] deja un buen muestrario de elementos en los que fijarse. El primero, las galas de embajador, con todas y cada una de las puntadas de sus bordados de oro sobre la henchida pechera oscura y las mangas carmín. El segundo, más de una decena de medallas. Y una por encima de todas, claro está, la de la Orden del Imperio Británico que le concedieron en el año 2000. En una mano, el bastón asido con unos guantes blancos y en vertical hacia el suelo; en el otro brazo, un bicornio plumado para completar la estampa".

Las galas de embajador a las que se hace referencia incluyen la banda con la bandera del Vaticano, destino diplomático que ocupó Vázquez tras perder su condición de alcalde. Y esto nos hace pensar que aquí hay un problema de competencias y un cierto desvarío protocolario: el retrato viene a cuento precisamente porque fue alcalde y no embajador en el pequeño (en territorio) y único estado teocrático europeo. También podía haberse hecho retratar vestido de boy-scout o con el uniforme de la mili, ya puestos.

La pregunta, de todas formas, es más genérica. ¿Por qué les gusta tanto a los dirigentes de todo signo y condición retratarse y hacerse estatuas de forma tan pomposa? Hombre, el retrato de la familia real de Antonio López no incluye mantos de armiño ni coronas (¡y bien que echamos de menos en nuestros monarcas esos adornos imprescindibles para cualquier rey que se precie!) pero costó un pastón y tardó veinte años en acabarse. Y a Franco le encantaban las estatuas ecuestres, aunque no consta que fuese un experimentado jinete, y retratarse con toda clase de mantos y zarandajas imperiales. Visto así, ¿por qué no se puede retratar Paco Vázquez vestido de embajador y cargado de medallas?

En realidad todo se reduce a un afán de inmortalidad dejando una imagen grandiosa para la posteridad. Algunas veces la grandiosidad se les va de las manos y por eso tenemos el Valle de los Caídos y A Cidade da Cultura en Monte Gaiás: aunque no se les vea, todos asociamos los mamotretos con Franco y Fraga (más o menos como las pirámides asociadas a Keops, Kefrén y Micerinos en Egipto). Debe de ser que lo único que no pueden soportar es el olvido tras la muerte y, de esta forma, las generaciones posteriores están condenadas a verlos ahí sin envejecer jamás, al contrario que el retrato de Dorian Gray. Los iconoclastas del futuro van a tener mucho trabajo.

En fin, ¡feliz Año nuevo, folks!

@JulianSiniestro

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