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MEMORIAS

Jesús Porteiro : "Emigré para cumplir mi sueño de trabajar en Detroit y acabé con Fidel"

"Trabajé en el Ministerio de Industria de Cuba a las órdenes del Che Guevara; era un jefe exigente que lo preguntaba todo, pero a la vez era persona muy cercana"

La familia Porteiro, en el barrio de O Calvario de Vigo. A la izquierda está su hija y, cogida de su brazo, su hermana.

>> Jesús Porteiro nació hace 91 años en una familia campesina en Candedo (Pol-Lugo). Desde 1966 vive en Vigo, a donde regresó después de una década en la Cuba de Fidel. Allí trabajó a las órdenes del Che y vivió momentos muy intensos, como la invasión de Bahía de Cochinos. Tras su regreso a España a finales de los 60, fue perseguido por la policía secreta, pero llegó a tiempo de ver el fin de la dictadura franquista y el reencuentro de su país con la democracia.

>> Sus orígenes. "Recuerdo las tertulias en la casa de la aldea, donde se hablaba de política, se leían el Faro de Vigo y El Pueblo Gallego y teníamos algunos libros, como los Cantares, de Rosalía. La República hizo posible que fuera a la escuela pública de San Martín de Lúa e, incluso, que pudiera ser pupilo durante un tiempo, de Gumersindo Rico, hermano del famoso Argimiro Rico, en San Bernabé. Tenían tanto nivel que se decía que en Galicia había dos universidades, la de Santiago y la de Rico. Esta familia de maestros, entre los que había uno más llamado José, han sido estudiados por su labor magnífica y conozco, al menos, dos libros publicados sobre ellos, uno de Manuel Sarille y otro de Narciso De Gabriel. A Argimiro lo fusilaron al comienzo de la Guerra Civil y Gumersindo estuvo "fuxido" durante bastante tiempo. Su metodología y entrega nos proporcionó una formación excelente a unos rapaces que compaginábamos el trabajo del campo con la escuela. Esa experiencia me despertó el ansia de aprender que tuve toda la vida para dejar de ser lo que Neira Vilas llamó un neno labrego".

>> "Al terminar la Guerra Civil tenía 14 años y me fui a trabajar a Oviedo como churrero, pero pronto volví a casa. En aquella primera juventud tocaba la gaita en las fiestas con mis amigos Xosé Manuel Seivane y Javier Andión. Ya jubilado, pude construirme una en el Obradoiro de música tradicional que en Vigo dirigía Antón Corral. Tengo muy presente la dureza del trabajo en el campo y las muchas cosas que aprendí para la supervivencia, como fabricar zuecos o trabajar la hojalata, porque supe que tenía habilidad para construir con las manos".

>> La emigración. "Recién cumplidos los 18 años me fui a la capital para hacer el servicio militar en aviación y estuve a punto de ser piloto, participé en la construcción de Barajas y trabajé en la Fábrica Española de Magnetos, SA, que dirigía Emilio Caprile, abuelo del famoso modisto. Tengo la satisfacción de ser el autor del primer troquel que se hizo para los bobinajes de los motores de arranque del Seat 600. En 1949 me casé con Ramona García, asturiana de origen campesino, mayor que yo, afincada desde años atrás en Madrid donde trabajaba para la Sastrería Collado, que vestía a la alta sociedad española de la época. Era una mujer independiente, bien situada, atractiva y con un gran carácter. Ella fue mi amiga, mi hermana, mi esposa, mi amante, la madre de mis hijos... y me acompañó en todas las aventuras en que me empeñé.En Madrid nació nuestra hija Mary, después de que perdiéramos a nuestro primogénito, Emilio".

>> "De aquella etapa recuerdo a mi primo, Manuel Otero, que fue condenado a muerte por haber sido colaborador de Largo Caballero. Se la conmutaron por una pena de cárcel y cuando salió vivimos juntos algún tiempo. Me contó cómo había participado en la operación para sacar de España el Oro de Moscú. Sé que suena extraño, pero es verdad. Mi vida está marcada por la curiosa circunstancia de haber estado muy próximo a personas y momentos que tuvieron un gran papel en la historia de nuestro tiempo".

>> La conexión viguesa. "A los 31 años, con Ramona y nuestra hija María Xosé, que tenía 4, vinimos a Vigo para zarpar un 3 de octubre de 1956 en el famoso trasatlántico portugués "Santa María" hacia La Habana. Era el mismo barco que poco después fue secuestrado por el capitán Galvão para desestabilizar al régimen salazarista. Nos marchamos a Cuba en 1956, cuando ya casi nadie emigraba para allí, pero teníamos mucha familia y pensábamos hacer una parada para seguir después a EEUU. Mi sueño era trabajar en la automoción en Detroit".

>> "Poco antes de embarcar, mis padres, mi mujer, mi hija y yo, nos hicimos una foto en el famoso estudio de Pacheco, en la calle del Príncipe. En Vigo quedaba toda mi familia: papá, José Porteiro Irimia; mamá, Josefa Fernández Millares, y mis hermanos César, Amadeo, Élida, Emerio y Carmen. Se habían asentado en el Calvario, en la calle Sagunto, donde eran muy conocidos por tener la lechería en el número 55. Mis hermanos formaron parte de esa generación que hizo la emigración interior y contribuyó al gran desarrollo de esta ciudad en los años 50. César fue uno de los primeros empleados del "Pirulí", que compaginaba con su trabajo como acomodador del Cine Palermo. Amadeo encontró trabajo como electricista en el Ayuntamiento. Emerio fue de los primeros contratados en Citroën (fue también campeón de España de pesca fluvial). Mi hermana Élida se casó con otro joven procedente de Ribeira de Piquín que trabajaba en el Museo de Castrelos, y la menor, Carmiña, se casó con Paco Gil, conocidísimo vendedor de Esmar y luego, desde los inicios de El Corte Inglés, figura imprescindible de la planta de caballeros".

>> La Revolución. "Como ya he dicho, soy consciente de que tuve el privilegio de vivir desde la primera fila algunos de los acontecimientos históricos más interesantes de mi generación. Por ejemplo, la guerra de los misiles entre la URSS y los EEUU, que pudo terminar en guerra nuclear y cuyo desenlace me pilló de guardia en el Cuartel. O la invasión de Bahía de Cochinos. Eran momentos de máxima tensión de la Guerra Fría. De Cuba tengo muchas vivencias que, casi siempre, fueron fruto del azar. Cuando los Estados Unidos rompieron relaciones con el nuevo régimen, se marchó mucha gente, asustada por el ambiente comunista que se empezaba a respirar. Entre ellos, se fueron numerosos profesionales y técnicos. Desde el gobierno se hizo un llamamiento público a todas las personas que tuvieran alguna formación especializada que aportar y yo me di por aludido. Era oficial matricero, capaz de hacer cualquier pieza para cualquier maquinaria, y además, podía enseñar a otras personas en algo que resultó imprescindible en aquella época en que la industria procedía de América del Norte y se quedó sin piezas de recambio. Esta decisión cambió el rumbo de nuestras vidas. Nos quedamos en la isla, aunque nunca adquirimos la nacionalidad cubana, y pasé a tener el estatus de "técnico extranjero", situación que nos permitía la excepción de poder viajar al exterior sin restricciones y, sobre todo, de poder retornar a nuestro país cuando quisiéramos."

>> "Colaboré con el Partido Comunista, fui miliciano, me matriculé en la Universidad de La Habana donde estuve a punto de terminar la carrera de Ingeniero, y, algo muy importante para mí: fui profesor de tecnología industrial en la escuela Hermanos Gómez. Las instalaciones donde impartía las clases estaban en el antiguo Colegio de Belén, de los Jesuitas, donde había estudiado el mismo Fidel. Era el centro más importante de esta orden religiosa en toda América Latina. Allí preparábamos a técnicos destinados al trabajo industrial, siendo ministro el Che Guevara. Una de las cosas más interesantes que me pasaron en la vida fue trabajar para esta figura histórica, a quien tuve que plantearle reivindicaciones laborales de mi equipo y con quien tuve la oportunidad de negociar. Era un jefe muy exigente pero una persona muy cercana que nos recibía en su casa, con su hija Aleida -aún muy pequeña- correteando por el medio. Alguna vez, al oir las noticias después de haber estado con él, nos enterábamos de que en una habitación contigua habían estado Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, o Santiago Carrillo y Pasionaria... Aquella casa era un auténtico centro de operaciones para la Revolución".

>> Salvar el sueldo de todos los cubanos. "En aquellos tiempos, parecía que la Revolución era el comienzo de un cambio que se podría extender al resto de América Latina, pero tuvo muchos inconvenientes, además de los externos. Creo que ha sido una experiencia con luces y sombras. En sus primeros momentos, sin distinción de cargos, todos íbamos a la Zafra, a cortar caña de azúcar, o nos movilizábamos ante las numerosas amenazas de intervención militar. Cuando fue la invasión de Bahía de Cochinos estuve desaparecido varios días y ni mi familia supo por dónde andaba. Me pasó un detalle muy simpático que suelo contar como anécdota y que ocurrió cuando trabajaba para la Empresa Nacional de Proceso de Datos (ENPRODA). Un día me llamaron urgentemente desde la dirección porque se había averiado la computadora de la que salían los cheques con que se pagaba a todo el personal de las empresas públicas de Cuba ¡y estábamos a final de mes! Si no había cheques, todo el país se vería sin su salario y se podía producir una situación difícil de controlar. Allá me fui a ver la máquina y, después de revisarla a fondo, encontré una pequeñísima pieza que se había roto. La llevé al taller, la dibujé sobre el papel, la rehice completamente y de vuelta a su sitio, todo empezó a funcionar de nuevo. Me hicieron reconocimientos y honores que no creía merecer pero que agradecí. En verdad, algo que para mí fue fácil, podría haber desestabilizado al mismísimo Fidel. Por cierto, no puedo olvidar ni su imponente presencia ni su mirada penetrante. Lo preguntaba todo y de todo sabía; hablaba con mucho convencimiento, pero cuando se reía, parecía un niño".

>> Final y vuelta a empezar. "Regresamos a España a finales de 1965. En aquella etapa del franquismo, por mi vínculo anterior con el régimen castrista y las advertencias de la embajada de España en Cuba, fui vigilado durante varios años por la policía secreta. Pasados los años y con la consolidación de la democracia, me he encontrado muchas veces con alguno de aquellos agentes. En los últimos tiempos, ya nos saludábamos como viejos conocidos...".

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