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La huella de una santa

Gallegos que conocieron a la Madre Teresa de Calcuta o trabajaron como voluntarios en sus casas de la India relatan a FARO las circunstancias de aquellos encuentros con la religiosa albanesa, Nobel de la Paz en 1979, que será canonizada hoy en Roma por el Papa Francisco

La oncóloga viguesa Chiqui Curiel, con una niña en Calcuta en el verano de 1991.

"Querida Noemí: Gracias por responder a la llamada del amor a través de tu regalo para nuestros pobres. Dios amó tanto al mundo que nos envía€ nos da a Ti y a Mí para que seamos Su amor en el mundo de hoy. El amor de Dios y nuestro amor no es otra cosa que ´darse hasta que duela´. Nuestra gratitud es nuestra oración por ti. Dios de ama. Madre Teresa". Esta carta de la Madre Teresa, fechada en agosto de 1990, iba dirigida a la viguesa Noemí Marques de Magallanes, que ese verano colaboró como voluntaria en Calcuta con las Misioneras de la Caridad.

Fue una de las últimas cartas que recibió la hija de Adriano Marques de Magallanes y Rita Regojo, pues unos meses más tarde perdía la vida en un accidente de tráfico. Una nueva carta de Madre Teresa, en enero de 1991, mostraba a sus padres el dolor por el fallecimiento de Noemí: "Estoy segura de que Jesús la ha acogido -escribía la religiosa- porque dijo: ´lo que hagáis con los más pequeños lo hacéis conmigo´ y eso es lo que Noemí hizo mientras sirvió a nuestros pobres aquí. Dios os quiere. Fdo. Madre Teresa".

Al igual que Noemí, otros jóvenes gallegos conocieron durante aquellos años a la religiosa albanesa que hoy será canonizada en Roma, o trabajaron como voluntarios con las Misioneras de la Caridad en la ciudad india de Calcuta.

Manuel Agulla ´Madhana´, pionero del yoga en Galicia, se desplazó expresamente a Roma en 1985 para mantener una entrevista con Madre Teresa. "Conocía la labor que realizaba en la India y quería tener un encuentro personal con ella y preguntarle algunas cosas. Acudí muy temprano, sobre las cinco y media de la mañana, a la casa que tenían en Roma las Misioneras de la Caridad. Recuerdo que había muchas personas indigentes tumbadas por el suelo€ Participé en la Misa y después estuve un largo rato conversando con Madre Teresa".

"Era una persona -continúa- que tenía un trato sencillo, cercano, amable. Su labor con los más desfavorecidos, con los más pobres de los pobres, era de sobra conocida. Lo primero que hice fue mostrarle mi interés por su labor. Recuerdo también que la invité a venir a Vigo para participar en un programa sobre Yoga y Paz, y curiosamente ella me mostró una muy buena disposición a venir. Después del encuentro me mantuve en contacto telefónico con ella, aunque finalmente no fue posible aquel viaje".

Durante aquella conversación, en un momento determinado Madhana le preguntó por su creencia en Dios y por su acercamiento a la cultura hindú. "En concreto le pregunté quién es y dónde está Dios. La respuesta la recuerdo perfectamente: cuando veo a un enfermo, veo a Dios; cuando toco a un enfermo toco a Dios; cuando doy de comer a un desfavorecido estoy dando de comer a Dios. Evidentemente, tenía una mente religiosa, y las respuestas corresponden a ese ámbito", señala el responsable del centro de yoga Sananda de Vigo. "También le pregunté, Madre, ¿cuál es el camino para lograr la felicidad? Y me respondió: "Un corazón compasivo, limpio y puro". Está claro que su fuerza se basaba en el amor y la oración".

"Me impresionó la fuerza que tenía aquella mujer de baja estatura, inclinada como un árbol dispuesto a darse sin esperar nada a cambio. Cuando grandes políticos y jefes de Estado buscaban su presencia, el contraste era de lo más llamativo", concluye el profesor de yoga.

El pontevedrés José Andrés Fernández Farto, secretario de la Provincia Eclesiástica de Santiago de Compostela, tuvo la oportunidad de conocer a Madre Teresa en el verano de 1994 en Calcuta, siendo él un seminarista de 21 años. Durante los meses de julio y agosto de aquel año, José Andrés colaboró como voluntario en algunas de las instituciones que sacaban adelante las Misioneras de la Caridad en la ciudad india. "Todos los días, antes de iniciar los trabajos de voluntariado, acudíamos a la casa donde vivía Madre Teresa. Después de asistir a la Misa, ella nos dirigía unas palabras a los voluntarios y a continuación comenzábamos los trabajos", recuerda Fernández Farto. En aquel momento, José Andrés era seminarista, y antes de regresar a España solicitó un encuentro más personal con Madre Teresa. "Durante media hora estuvimos hablando de la vocación al sacerdocio y me dio una serie de consejos de tipo espiritual. En ese encuentro personal pude apreciar que era una mujer de profunda fe, llena de Dios, pero al mismo tiempo con los pies muy en la tierra, muy conocedora de los grandes problemas a los que la orden que fundó intentaba dar respuesta".

Durante aquel verano en Calcuta, José Andrés trabajó como voluntario en dos centros de las Misioneras de la Caridad. Uno de ellos, Pren Dam -una palabra hindú que significa "regalo de amor"- era un centro que acogía tuberculosos y personas con demencias. "Eran personas -comenta- que ellas mismas recogían por la ciudad y trasladaban al centro, donde les curaban las heridas y alimentaban. Hay que tener en cuenta que en la religión hindú no hay el concepto de caridad del cristianismo".

También trabajó el ahora sacerdote gallego en la primera casa que abrió la Madre Teresa en Calcuta, "en el ala de un antiguo templo hindú. Se llama Kalighat y era un centro de peregrinos de la religión hindú; los mismos hindúes le cedieron una parte cuando fundó la nueva congregación. No deja de ser sorprendente que en 1947 los hindúes le cedieran este lugar a una mujer occidental y cristiana". En ese centro de las Misioneras de la Caridad acogían a enfermos terminales para que pudieran morir con dignidad, como seres humanos; "prácticamente allí morían personas todos los días", añade Fernández Farto.

El sacerdote claretiano Alfredo García Fernández, delegado de Vida Consagrada en la Diócesis de Tui-Vigo, recuerda incluso el día de su encuentro con Madre Teresa: el 25 de julio de 1996, un año antes de su muerte. De aquella reunión conserva, además, dos pequeños detalles que le regaló la ahora santa: una estampa con una oración y una medalla. "Tuve la oportunidad de conocerla con motivo de un encuentro de claretianos que se celebró en la India, buscando la expansión de nuestra congregación en aquellos lugares", afirma el también párroco de la iglesia del Corazón de María, en Vigo.

"Nos recibió en la sede de las Misioneras de la Caridad en Calcuta. Estaba ya enferma -fue un año antes de su muerte-, pero estaba muy activa. Salió de su oficina a las 8 de la mañana y nos recibió descalza, como se recibe en la India a cualquier persona, y noté que tenía un pie un poco inflamado porque lo tenía vendado. Estuvo hablando con nosotros unos 10 minutos, con mucho desparpajo. Era una mujer muy habladora, muy expresiva. Nos habló del sentido de su vida y que las Misioneras de la Caridad dividían el día en dos momentos: a las 6 de la mañana la santa Misa, y a las 6 de la tarde la adoración al Santísimo Sacramento, y nos señalaba la capilla que estaba al lado. Y el resto del día se dedicaban a recorrer la ciudad y a trabajar al servicio de los más pobres. Unían la Eucarístía a la caridad, dando razón de todo lo que hacían".

Reconoce Alfredo García que aquel encuentro fue un momento impactante, "y además nos dio un pequeño detalle que llevo siempre conmigo: una estampa con una oración y una medalla de escaso valor material pero muy valiosa para mí como recuerdo". También tuvo la oportunidad Alfredo García de visitar obras emblemáticas de Madre Teresa en Calcuta, como el centro de moribundos. Otra de las iniciativas de las Misioneras de la Caridad era una gran leprosería que albergaba a unas 4.000 personas. También visitó un orfanato con 200 niños.

La arquitecta viguesa Marta Mediero estuvo como voluntaria en Calcuta en agosto de 1991. Colaboró con las Misioneras de la Caridad pero no pudo conocer personalmente a la Madre Teresa porque la religiosa se encontraba entonces en el Kurdistán con los kurdos. "A nosotros -recuerda- nos ofrecieron la posibilidad de trabajar en tres de los centros que tenían en Calcuta: Shisu Bavan (niños), Kalighat (moribundos) y Pren Dam (enfermos psíquicos). Yo por las mañanas iba a este último y por las tardes al centro de los enfermos terminales. Kalighat me pareció tan duro, tan duro que duré solo diez días; cada día veías cómo se iba muriendo la gente€ te encariñabas con uno y al día siguiente ya no estaba".

Por las mañanas seguía atendiendo a los enfermos psíquicos en Pren Dam. "Les levantábamos por la mañana, les ayudábamos a vestirse, a desayunar. Aunque la limpieza fuerte la hacían las monjas, los voluntarios también ayudábamos a los enfermos a lavarse. Para lo que era Calcuta, la limpieza allí era impresionante. El resto de la mañana estábamos con los enfermos y les hacíamos compañía", explica Marta, que por aquel entonces tenía 24 años y estudiaba Arquitectura en Pamplona.

"La labor que hacían las religiosas -apunta- se quedaba corta porque la gente de moría por las calles; veías a una persona tendida en el suelo y no sabías si estaba viva o muerta". Marta Mediero conserva las fotografías que hizo aquellas semanas en la India: trenes abarrotados, gente tumbada por las calles, incineraciones de cadáveres€ "Llegamos en avión a Nueva Delhi y de allí cogimos un tren y atravesamos toda la India hasta Calcuta; fueron tres días de expedición apoteósica", comenta la arquitecta viguesa. Por si fuera poco, durante su estancia en Calcuta "nos pilló el Monzón, se inundó la ciudad y casi no podías andar€ Una experiencia irrepetible para mí. Yo tenía inquietudes y lo intenté, pero reconozco que aquella experiencia me sirvió para saber a lo que no me podía dedicar. Valoro muchísimo a la gente que deja todo y se va a esos lugares a ayudar a los demás; es una labor impresionante". Recuerda que un día le regaló unas sandalias a un niño al que veían con frecuencia, pero al día siguiente apareció sin ellas€ Las había vendido porque no necesitaba el calzado, pero sí dinero para comprar comida. Viven en la calle y viven al día.

La oncóloga viguesa Chiqui Curiel estuvo también aquel verano de 1991 en Calcuta. Estudiaba entonces Medicina en Santiago y se desplazó como voluntaria a La India para colaborar con las Misioneras de la Caridad. Al igual que Marta, tampoco pudo ver en aquella ocasión a la Madre Teresa. "Yo en aquel momento tenía bastantes inquietudes de este tipo y me uní al viaje que ya habían organizado unos amigos", recuerda.

"Las monjas de la Madre Teresa tenían por entonces siete casas en Calcuta. Yo estuve en Pren Dam, en el pabellón de mujeres. Llegábamos por la mañana temprano y hacíamos toda la tarea de la casa: limpiar los catres, curar heridas, lavar la ropa, limpiar el suelo€ ", apunta Chiqui, que también fue ocasionalmente a atender a moribundos en Kalighat.

"Son experiencias que siempre marcan; son culturas muy diferentes", añade María Teresa Curiel, que reconoce que "esos viajes altruistas son también un poco egoístas, porque nos da mucha satisfacción ayudar; pero a fin de cuentas vamos con un billete de ida y vuelta. Lo que realmente es impresionante es la labor de las monjas, que están allí todo el tiempo". De la Madre Teresa destaca "su interés por ayudar a cuantos más mejor. No le servía que le donasen de repente 300 lavadoras, prefería dar de comer a 300 personas más y seguir lavando a mano. Esa es la filosofía de la orden: ayudar a todos los que lo necesiten, sacrificándose lo que sea preciso por ayudar a uno más".

Hugo Regojo: "Nos decía que éramos unos privilegiados"

  • El vigués Hugo Regojo Zapata, diplomático en excedencia, estuvo trabajando como voluntario con la Madre Teresa en Calcuta durante los veranos de 1990 y 1991. "La veíamos a diario antes de comenzar las labores de asistencia en Kalighat, la casa de los moribundos". Durante los meses de julio y agosto del año 90 estuvo allí junto con su prima Noemí Marques de Magallanes, que falleció unos meses más tarde en un accidente de tráfico. "Había voluntarios de todas partes del mundo -señala Hugo Regojo- y la Madre Teresa nos daba una charla todos los jueves después de la Misa que teníamos a las 6 de la mañana. Nos explicaba un poco lo que era su filosofía de vida y las razones por las cuales había fundado las Misioneras de la Caridad. Nos decía que nosotros éramos unos verdaderos privilegiados por poder tocar el cuerpo de Cristo todos los días, por poder tratar a Cristo sufriente en nuestros hermanos"."La Madre Teresa -continúa el ahora empresario vigués- era una mujer con una gran fuerza, con una gran capacidad de trabajo y de sacrificio, y sobre todo había entendido las exigencias del Evangelio. Ella misma nos decía que el Evangelio se resumía en cinco palabras: 'a mí me lo hicisteis', las palabras de Cristo en el juicio final cuando premia a los que dieron de comer y acogieron a los más necesitados (Mateo, 25). La exigencia de su vida era cumplir esas cinco palabras, y cada vez que servía a alguno de los más pobres, servía a Cristo. Ella tenía la imagen de Cristo sufriente".El nieto del empresario José Regojo reconoce que aquellos veranos con Madre Teresa marcaron profundamente su vida: "Era un muchacho de 20 años, con las mismas ganas de divertirme de los demás jóvenes de mi edad. Madre Teresa nos enseñó que, al margen de la formación que tuviéramos, podíamos servir a los demás. Desde entonces me involucré en actividades de voluntariado en diversas partes del mundo, sobre todo en ayuda de emergencia, y hasta ahora sigo colaborando con las Misioneras de la Caridad".

Sencilla, generosa y fuerte

  • Lo que más le impresionó a José Andrés de la Madre Teresa fue "algo que se dice de las personas santas, que tienen como un loor de santidad; era una mujer que desprendía una fuerza, un coraje y una convicción en sus palabras impresionantes. Sobre todo era una mujer de una tremenda coherencia". Evoca también que era "muy cariñosa con todo el mundo, tanto con las religiosas como con los voluntarios. Se aceraba a cada uno de nosotros, nos preguntaba de dónde éramos, a qué nos dedicábamos€ Unas palabras llenas de cariño".A Alfredo García lo que más me impresionó de Madre Teresa fue "su sencillez y su generosidad. Nos trató como si fuéramos importantes, cuando éramos simplemente dos claretianos de España acompañados por otros dos claretianos de la India".Manuel Agulla ´Madhana´, por su parte, recuerda que "era muy pequeña, muy enjuta, pero en su presencia se veía una mujer con mucha energía, con mucho valor, con mucho coraje y decisión. Para emprender cualquier cosa en la vida hace falte esfuerzo, sacrificio y sobre todo de decisión".

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