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Cervantes o la sonrisa de Galicia

Cervantes o la sonrisa de Galicia

No vamos a decir que Cervantes era gallego. Solamente lo vamos a pensar. Y vamos a pensarlo, es decir, a razonarlo, en voz alta. No me crean, si no quieren. Pero no me digan que Cervantes no era gallego sin antes prestar atención a mis palabras. No tenemos ningún hecho positivo, probado, demostrado, que acredite una relación directa, legítima, oficial, de Cervantes con Galicia. Con todo, del futuro nada está excluido. Porque hay síntomas en la obra de Cervantes que hacen pensar en Galicia de forma muy especial.

Todo el mundo que haya leído el Quijote recuerda la historia, autobiográfica, del capitán cautivo, que, como Cervantes, sufrió esclavitud en Argel, fue militar y, acaso también, procedía de "un lugar de las montañas de León", donde, como él mismo dice, "tuvo principio mi linaje" (capítulo 39 de la primera parte). Cervantes hace referencia aquí a las montañas que separan las entonces Asturias de Oviedo y de Santillana del actual sureste de Galicia y del noroeste de León. ¿Tiene la frase un doble sentido? Tratándose de Cervantes, es muy posible. Ahí lo dejamos.

Pero hay más. Hay hechos que, difíciles de demostrar, apuntan a Galicia. Me refiero al humor de Cervantes y a su teoría de lo cómico en la literatura. Seré muy claro: el humor cervantino es genuinamente galaico, nórdico, periférico. No era el humor veterocastellano de un Quevedo, de un Lope de Vega o de un Calderón de la Barca.

El humor es una de las formas más sofisticadas y complejas de expresar la materia cómica, frente al carnaval, el chiste, el escarnio, el sarcasmo, lo ridículo, lo grotesco, la parodia y la ironía. Como todo el mundo sabe, el humor es la forma cómica en la que el ser humano se burla de sí mismo. El sujeto se convierte reflexivamente en objeto de ironía. Para hacer algo así, para reírse de uno mismo, hay que tener, indudablemente, "buen" humor. En horas bajas, el horno no está para bollos, como suele decirse.

Pero hay más. El humor es siempre expresión de una limitación o adversidad que oprime y caracteriza a ciertas inteligencias. Toda la obra de Cervantes está orientada a expresar críticamente estas limitaciones humanas. La literatura cómica en general, y muy en particular el teatro, se han ocupado más de ridiculizar determinados comportamientos humanos que de explicarlos o de comprenderlos. En este sentido, la literatura ha estado más cerca, sin saberlo o sin quererlo, de la religión y de la moral que del arte libre, autónomo, capaz de actuar desde una inteligencia poética propia y explicativa de la realidad. El arte busca su público en la sociedad humana, y en toda sociedad humana el número de los que condenan en nombre de dios, la moral, el nacionalismo, el feminismo, la religión o lo políticamente correcto, es siempre muy superior al número de los condenados. En público todo el mundo habla como si fuera inocente. Es decir, como si fuera una artista, un intelectual o un clérigo.

Pero Cervantes nunca escribió ni habló como artista, intelectual o clérigo. Cervantes se expresó siempre como si él no hubiera existido nunca. El autor del Quijote no ha dejado jamás una huella delatora de sí mismo. ¿Por qué tantas precauciones? ¿Por qué ocultar la denominación de origen de un sentido del humor determinado por la discreción, la prudencia, la inteligencia crítica y, sobre todo, el esfuerzo personal por comprender al prójimo?

A diferencia de la literatura de sus contemporáneos y predecesores, Cervantes no se burla de los débiles, los locos, los impotentes o de las personas física o intelectualmente limitadas. El teatro de su tiempo lo hacía de forma explícita. Lo hicieron Lope, Calderón y Quevedo. Y tantos más. El teatro y la literatura han ridiculizado en exceso a quien no vive conforme a las normas y a las exigencias sociales y políticas. El chiste contra el torpe, el viejo, el cornudo, el endeble, el díscolo, el heterodoxo, es un tema eterno en el arte literario. Sin embargo, Cervantes utilizó su literatura y su teatro no para reírse del ser humano, no para burlarse de él, sino para comprenderlo mejor.

La obra literaria de Cervantes es un esfuerzo extraordinariamente inteligente, bien humorado, y también lúdico, por explicar el comportamiento humano. Como él mismo escribió, "no puede haber gracia donde no hay discreción" (Quijote II, 44). Lo cómico siempre está relacionado con la transgresión de una norma. En la obra de Cervantes, la ironía, el humor y la sonrisa son la ironía, el humor y la sonrisa del gallego. No están obligados a creerme. Pero yo sé que el Quijote sonríe desde Galicia con un sentido del humor que, en muchos modos, nos pertenece, y que ha sido y es esencial en la universalización de nuestra literatura española.

*Profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Vigo.

Director del Anuario de Estudios Cervantinos

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