Araceli Currás Bermúdez, una moañesa de 55 años, natural de Meira, residía desde hace 30 años en la localidad de Montuiri, en Palma de Mallorca, en una vivienda que ella convirtió en un refugio de animales abandonados. Murió el pasado 27 de abril aunque su cuerpo no fue encontrado hasta el 1 de mayo, según explican sus dos hijos Gerard y Desirée Moreno que han abierto una petición de change.org para recoger firmas con el fin de que la Guardia Civil, que calificó la muerte de natural, abra una investigación ante la sospecha que tienen ellos de que su madre pudo morir envenenada a través del agua de consumo.

Su hijo Gerard Moreno, que reside en Ibiza, asegura en esta petición, con la que ya reunieron 15.275 firmas, que la Guardia Civil les llamó y les comunicó que la muerte se había producido por causas naturales. Añaden que al vivir ambos fuera de la isla -su hermana reside en Madrid- tardaron un día en llegar, cuando ya se había levantado el cadáver. "

Llegamos a la finca para hacernos cargo de los animales y descubrimos restos de un charco de sangre. La Guardia Civil nos explicó que el cuerpo apareció bocabajo, expulsando sangre por la boca y con los brazos mordisqueados por algunos animales, que encontramos muertos en diferentes puntos de la finca. Extraño ¿verdad?". Dicen que presionaron para que se tomaran pruebas "y nos dijeron que el fallecimiento se produjo por intoxicación medicamentosa, es decir, suicidio". Pero no pueden creer esta versión que ayer mismo volvía a ratificar a este periódico la Guardia Civil de Palma que aseguraba, ante la campaña de recogida de formas de la familia, que el grupo de Policía Judicial y el forense confirmaron que había sido muerte natural, que no había mano criminal, pero la familia no lo acepta. Insisten en que la víspera su madre manifestó a una amiga que había descubierto a dos hombres en su finca y había hecho planes con un amigo el día de su muerte.