El pasado 31 de julio la música sonaba a todo trapo en la vivienda de David Oubel Renedo en la parroquia de O Moral en Moraña y retumbaba en casa de sus vecinos. Cuando se hizo el silencio saltó la tragedia. En el interior del domicilio se hallaron los cuerpos de sus hijas Candela y Amaia, de 9 y 4 años de edad, degolladas con una sierra radial que el presunto parricida había comprado la víspera.

Oubel estaba encerrado en el cuarto de baño donde al parecer intentó quitarse la vida, si bien presentaba heridas leves en muñecas y cuello. Al parecer, antes del doble crimen se permitió alertar de los hechos por carta a su mujer y con una llamada de teléfono a la Guardia Civil .

El dantesco escenario que se encontraron allegados y agentes de las fuerzas de seguridad en el interior del domicilio queda reflejado en un fiscal sobrecogido por la "dureza" del relato que han aportado los primeros testigos del caso.

La forma tan atroz con la que el parricida habría quitado la vida a unas niñas de corta edad, desfigurando su rostro, hace que la naturaleza de las declaraciones de los testigos "hagan difícil aguantar" la tensión en la sala. "Es una investigación dura desde el punto de vista humano, también incluso para mí", manifestó el fiscal Alejandro Pazos.

Este vecino de Moraña, que trabajaba en la agencia inmobiliaria que regenta su hermana en Caldas de Reis era un hombre "normal" , según su entorno. Amigo de los animales, criaba perros y actuaba como juez en exhibiciones caninas. Hace algo más de dos años se separó de forma abrupta de su mujer para iniciar una relación con otro hombre, aunque mantenía con la madre de las niñas la custodia compartida. Al día siguiente al crimen las pequeñas tenían que ser entregadas a su madre tras pasar 15 días con su padre.

Aunque Oubel no quiso declarar ni ante la Guardia Civil ni ante la juez de Caldas, el fiscal considera que puede ser el primer caso al que se aplicaría la pena de prisión permanente revisable, considerada por algunos juristas como 'cadena perpetua'.