Diez años de prisión, así como prohibición de acercarse a la víctima a menos de 300 metros o ponerse en comunicación con ella durante un periodo de 14 años y el abono de costas de 10.000 euros en concepto de responsabilidad civil. Esta es la condena impuesta por la Sección Segunda de la Audiencia de Ourense a un hombre de Verín, F.G.F. como autor de un delito continuado de abusos sexuales , con varias penetraciones, a una menor de 11 años que sufre una discapacidad mental y es hija de un primo suyo.

La niña creía que eran novios y consideraba los tocamientos y abusos como una relación normal. Contó a una amiga las relaciones que mantenía con el condenado: "me dijo que tenía un novio, mayor, casado, con hijos, que iba a dejar a su mujer y que se iba a separar". Una persona anónima puso en conocimiento de los educadores de Cruz Roja en Verín la situación, y éstos presentaron la denuncia correspondiente.

Los hechos tuvieron lugar entre los años 2010 y 2011, según los hechos probados. Así, el tribunal sostiene que F.G.F. -que residía en el País Vasco- viajaba con frecuencia a Verín y aprovechando la relación de parentesco que le unía con la niña "con intención de satisfacer sus deseos sexuales" buscaba quedarse a solas con ella con el pretexto de llevarla a algún sitio en su coche. El fallo sostiene que aprovechaba tales situaciones "someterla a besos, tocamientos en el pecho y órganos sexuales", llegando al menos en tres ocasiones "a introducir su pene, al menos parcialmente, en la vagina, causándole en una ocasión un pequeño sangrado y dolor".

El tribunal considera que la niña consentía tales prácticas "por considerar que tal relación era natural, propia de novios, pese a que el acusado le rogaba que no le contase a nadie lo sucedido porque le arruinaría la vida, al estar casado y tener hijos".

Precisamente el consentimiento de la víctima lleva a la Sección segunda de la Audiencia de Ourense a rechazar la tesis del fiscal, que argumentaba la existencia de intimidación y solicitaba una pena de 14 años de prisión, 4 más que la impuesta por el tribunal y que no es firme pues cabe recurso ante el Tribunal Supremo.

Los abusos sexuales a la menor se prolongaron durante dos años, fijándose el último contacto del acusado con ella en las navidades de 2011. Las tres agresiones sexuales que se le imputan tuvieron lugar en diferentes lugares, como en el interior del coche del acusado y en el monte.

Aunque la niña aseguró haber recibido amenazas, incluso de muerte si le arruinaba la vida contándoselo a alguien, el tribunal apunta que "no parece que el delictivo comportamiento del acusado se desarrollase en un clima o estado de miedo o sujeción moral de la víctima a la voluntad del procesado, sino que el viciado consentimiento de la menor vino motivado por la ascendencia que el acusado tenía sobre ésta y por las particulares características intelectivas de la menor, que se encontraban al límite de la normalidad y que posiblemente le impidió percatarse del alcance y transcendencia de los actos del acusado".