Del agua del río Miño en la presa ourensana de Castrelo a una leira a 60 kilómetros. La parcela de Arturo Pereira, un vecino de la aldea lucense de A Touza, estaba delimitada ayer por más que sus viejos marcos de piedra en la que una empresa le descargó maleza y biomasa como una forma de abono. La Guardia Civil acordonó la zona ayer en su regreso a inspeccionar la montonera donde una vecina localizó el pasado domingo restos humanos. La señora encontró un pie seccionado a la altura del talón, posiblemente un hombre, con calcetín negro y zapato granate. Los agentes hallaron ayer nuevos restos humanos entre la amalgama de ramas y barro procedente del embalse ourensano de Castrelo do Miño, punto final habitualmente de los cuerpos de desaparecidos en el río.

Tras los hallazgos macabros que mantienen bajo cordón policial la leira de Arturo, la juez de Chantada se personó a petición de los agentes investigadores del instituto armado con la presencia de un forense. El médico legal recogió en una nevera nuevos restos óseos y la magistrada ordenó enviar muestras al laboratorio para cotejar el ADN con el listado de personas desaparecidas. Las primeras hipótesis apuntan a que podría tratarse de un hombre precipitado al río Miño durante los últimos meses. En lo que respecta a Ourense, el precedente que más se remonta en el tiempo, es del de un sexagenario desaparecido desde la madrugada de Reyes de 2011.