En el salón, manchado de sangre y sentado en un sofá. Así esperó el autor confeso del crimen de los gemelos de A Coruña a los policías nacionales que fueron al inmueble de Monte Alto aquel agosto de 2011. Los cadáveres de los niños de 10 años yacían en el suelo de una habitación y de la cocina. Intentaron defenderse de los golpes que les propinó con baldas de estanterías, según dijeron ayer las forenses, pero fue inútil. El novio de su madre se ensañó con ellos porque, según manifestó tras su arresto, no le atendieron cuando les enseñaba a mirar las horas en un reloj.

El procesado confesó a los policías que no se arrepentía. Les dijo que había hecho justicia porque cuando fuesen mayores "se volverían" contra él. La brutalidad del crimen dejó perplejos a los agentes de la inspección ocular de la vivienda. Fue el propio Javier Estrada el que llamó a la Policía Local para confesar el crimen.

Tablones

Los expertos informaron ayer de que localizaron hasta siete trozos de los tablones que usó Estrada para matar a los pequeños en diferentes estancias del piso. El primer cadáver, el de Adrián, lo hallaron en una habitación. Por las manchas de sangre concluyeron que cuando el hombre al que llamaba "papuchi" lo atacó se encontraba "en posición acostada" en un sofá. Los "golpes fallidos" eran perceptibles en la pared pegada al sofá, ya que presentaba restos de madera. En ella también detectaron masa encefálica y restos óseos.

En otra habitación percibieron "restos de lucha". El hermano de Adrián, Alejandro, según los especialistas, corrió herido hasta la cocina, donde los policías se encontraron con una escena que no podrán olvidar. "Había signos evidentes de violencia por toda ella, hablamos de techo, paredes, suelo y muebles. La violencia era impresionante. Todo estaba lleno de sangre, era increíble. Al lado de la cabeza del niño estaba la masa encefálica esparcida por el suelo", recordó uno de los policías.