El violento crimen a hachazos de un jubilado vigués en su vivienda de Cabral en agosto de 2010 está cada vez más próximo a juicio. Las dos personas finalmente imputadas en este caso, el constructor de Coruxo y amigo del fallecido José Manuel C.B. y José Alejandro G.T., fueron trasladados ayer desde la prisión de A Lama hasta el juzgado, donde les comunicaron formalmente las acusaciones que pesan sobre ellos: la Fiscalía les imputa un delito de asesinato, mientras que la acusación particular añade también el de robo con violencia. Ambos estuvieron en la casa de la víctima el día de los hechos. Un jurado popular juzgará el caso en la sección viguesa de la Audiencia Provincial de Pontevedra.

El pasado enero la titular del Juzgado de Instrucción número 4 de Vigo dictaba dos autos en relación con esta causa. En uno de ellos la magistrada consideraba que había suficientes indicios contra los dos imputados que ayer comparecieron en la sala y transformaba las diligencias en el procedimiento de Tribunal de Jurado. En el segundo auto, la juez dictó el sobreseimiento de la causa contra otras dos personas, un hombre y una mujer, que provisionalmente también estuvieron imputados.

Tras la comparecencia de ayer, solo restan por practicar algunas diligencias menores, tras lo cual se dará traslado a las partes para que formulen sus escritos de acusación y defensa. El crimen ocurrió hace casi un año y medio. Fue el 24 de agosto de 2010 cuando el cuerpo de José Guerra Vidal, de 76 años, fue hallado en su vivienda de Cabral. Ese día, la hijastra del fallecido fue advertida de que el jubilado no respondía al teléfono. La mujer fue hasta la casa y la encontró cerrada pero toda revuelta, por lo que alertó a la Policía. El cadáver de la víctima apareció oculto bajo la paja del gallinero.

Ningún vecino oyó ni vio nada. Pero la investigación parecía apuntar desde un principio a que el septuagenario conocía a la persona o personas que acabaron con su vida, ya que les habría dejado entrar en su domicilio porque la puerta no estaba forzada.

Los arrestos se produjeron meses después del crimen. Uno de los imputados que finalmente irá a juicio, José Alejandro G.T., defendía el pasado año desde prisión su inocencia. Sus huellas dactilares en un vaso y una botella delataron su presencia el día del crimen en la vivienda de José Guerra. Él admitió que estuvo en la casa pero, según su versión, el anciano seguía vivo cuando él se marchó con el otro imputado.

En su contra, además de las huellas dactilares, está el hecho de que no se presentó voluntariamente para contar que había sido de las últimas personas en ver con vida al septuagenario y no lo reconoció hasta que cuatro meses después fue detenido. Al menos hasta el pasado año, las versiones del constructor imputado y la suya eran contradictorias. El secreto de sumario que pesó sobre la causa impidió conocer aspectos claves sobre la investigación de este crimen.