El caso del joven vigués que sufrió la coz de un caballo evidencia un problema que afecta tanto a los viales gallegos como a los del resto del país. Este voluntario de Protección Civil había acudido a colaborar en la retirada del equino después de que éste irrumpiese en la AP-9. Algo que no es excepcional, a tenor de los datos de la DGT, que en su última estadística revela que en un solo año se produjeron casi 2.000 accidentes de tráfico por animales sueltos en la calzada. Y no son los únicos “imprevistos”: la presencia en las vías de objetos o de sustancias deslizantes como el gasoil son también causa de siniestros que, muchas veces, acaban en los tribunales.

“Los casos de presencia de animales, sobre todo jabalíes y perros, son muy frecuentes”, explica el abogado vigués Jaime Barreras, que ha llevado en los juzgados más de 200 asuntos de esta índole. Este letrado se ha enfrentado a juicios en los que los accidentes de circulación fueron consecuencia de la aparición sorpresiva de un gato hidráulico en la calzada o de la carga de madera que se le acababa de caer a un camión.

El mal estado de los viales también es causa de demandas judiciales. “Hay otros casos más excepcionales; recuerdo uno o dos por ‘aquaplaning’, pero estas situaciones suelen estar ligadas a que en la vía hay sustancias deslizantes”, explica este jurista.

La mayoría de estas demandas acaban dirimiéndose en los juzgados civiles. Hay numerosos ejemplos: como una condena a Autopista Central Gallega (CESA) de 1.800 euros por los daños de un coche que arrolló a un perro en la autopista que une Santiago con Ourense. En otro caso ocurrido en Gondomar, en la autopista AG-57, la Audiencia Provincial de Pontevedra concluyó sin embargo que Autoestradas de Galicia no tenía responsabilidad en los supuestos daños que un can provocó a un Jaguar, pese a que el juez de Primera Instancia sí había dictado sentencia condenatoria. Los casos de animales sueltos también dan lugar a peticiones de indemnizaciones, por vía de recursos administrativos, a la Xunta.