"Es importante saber si la persona quería saber o no su enfermedad y respetar la voluntad de la persona", respondió el experto en Geriatría y Gerontología a una de las preguntas formuladas por el público durante el coloquio. También consideró importante "respetar lo que sabíamos de la persona... Si no le gustaban las espinacas, ahora se las comería, pero no se las doy", ejemplificó el hijo de una mujer que sufre alzhéimer y trata de hacer una atención personalizada.

Otro de los interrogantes planteados se dirigió a las dudas sobre la información de la enfermedad que se transmite al propio paciente: "Soy partidario de que las personas tienen derecho a tener toda la información", pero según indicó Josep París, se trataba solo de una conclusión personal.

Entre los puntos más conflictivos está "dejar ir" al enfermo, ya que a veces la familia -o algún familiar- se agarra a la no aceptación de la enfermedad.

Y, entre los casos que fue desgranando a lo largo de la conferencia, se encontraba el de Fernán, padre de un niño con autismo. "En el maratón de la vida éramos los primeros", reprodujo de forma literal sobre el progenitor del que destacó la "fuerza". Testimonio distinto es de la madre, Gemma (nombre ficticio) que asegura en el libro "Una parte de mí murió, no soy la misma persona que era [tras conocer la enfermedad de su hijo]. Al, final, lo aceptas aunque no vuelves a ser la misma persona". El valor que París destacó de la madre fue "paciencia". Pero el experto ahondó en muchas más historias: "Un giro en la vida", tituló la de una hija que cuida de su madre. Un ejemplo de "coraje", al lado de otras más o menos abnegadas y reales, todas.