- ¿Cuánto tiempo hace que trabaja fuera de Galicia?

-Me trasladé a Madrid en el año 2000, con una beca para el Museo del Prado, aunque de Vigo me marché a los 18 años, para estudiar Historia del Arte en la Universidad de Santiago, donde viví desde entonces exceptuando un pequeño periodo en el que estuve trabajando en el Museo Provincial de Pontevedra. Tengo que decir que la Universidad de Santiago tiene grandes profesionales y los exportamos. Se está demostrando que eso de Galicia Calidade no solo es en los productos, sino también en el capital humano, que es lo más complicado de encontrar. Y en esto podemos estar muy orgullosos.

- ¿Siente morriña?

-La tuve, sí. Llegar de una ciudad con mar, donde te levantas por la mañana, abres la ventana y hueles a mar es fantástico, y esto la verdad es que lo echaba mucho de menos. Además, en Vigo vive mi madre, mi hermano. Mi marido es vigués... Al menos dos veces al años vamos. Es una ciudad, además, a la que tengo una especial cariño. Yo estudié en el instituto Santa Irene y de hecho, me dediqué a Historia del Arte por culpa de una profesora de arte del instituto. Doña Manolita se llamaba. Ella y la profesora Josefa Goldar, de Literatura Española, fueron dos de los mejores profesores que he tenido, con una pasión increíble por la enseñanza y con una gran riqueza.

- En su tesis, "La pintura flamenca del siglo XVI en el norte de España: Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco y Navarra", que aprobó Cum Laude, afirmaba que dos de las pinturas flamencas del Museo Quiñones de León de Vigo, estaban mal identificadas.

-De hecho una de las cosas que tengo pendientes es hablar con el director del Museo Quiñones de León. Ya explicaba, en mi tesis, que uno de los cuadros flamencos del museo estaba mal atribuido. Pero también es cierto que estas atribuciones, que no haces de la noche a la mañana, necesitan también un tiempo de reposo.