"Hay que empezar a hacer escuelas neurosociocientíficas. Es el cerebro de cada niño el que tiene que funcionar". Teresa Ubeira, directora del Centro Singular Experimental de innovación Psicopedagógica e Integración O Pelouro, en Caldelas de Tui, realiza esta reflexión mientras sube las escaleras hacia las aulas de Primaria. Solo unos segundos atrás, tras franquear la cancilla de la entrada, la visitante se da cuenta de que este no es un colegio al uso.

El gallo canta a las 11.30 horas y resuena en las instalaciones que, en la primera impresión, parecen más una casa de campo que una escuela. A través de una puerta pistacho de madera se puede ver sobre una pared azul un póster en inglés con los distintos tipos de perros.

Fuera, sobre la tierra, un can de pelaje platino descansa apacible con la cabeza apoyada contra un abrevadero de piedra de los antiguos. Solo incorpora ligeramente la cabeza para observar a la visitante y mirarla directamente a los ojos. Alrededor, se localizan una moto de plástico, un tobogán de colores del mismo material y muchas, muchas, plantas silvestres.

Desde ese punto, a través de otro cristal y otras paredes, llaman la atención las obras de arte en pintura y collage de estilo naïf así como un cartelito en el que se lee "Experimentos que se pueden comer". Ante todo, la visitante siente curiosidad y reflexiona durante unos segundos si es la misma, mayor o menor a la que los niños de O Pelouro sienten. En pocos segundos, tendrá una demostración empírica de la respuesta.

El aula principal es como un loft con alumnos de diferentes edades trabajando aparentemente sin marcaje del profesor. Lo hacen en calma concentrados o conversando con sus compañeros de equipo, pero nunca alzando la voz y siempre respetando su lugar y energía en el espacio.

Un documental sobre el universo con volumen alto rompe la estampa mientras un pequeño lo sigue atentamente tomando notas. "Te tienes que empapar con lo que hacen. Cada uno tiene su dinámica de equipo. Unos están trabajando con ecuaciones, otros sobre Egipto y las antiguas civilizaciones, otros sobre física...", explica la directora.

En una mesa cercana, llama la atención un libro sobre el graffiti. A su lado, un alumno se afana en colorear su personal graffiti sobre cartulina, una actividad que forma parte de su trabajo global sobre la historia de esta manifestación de arte urbano.

En otra mesa, otros temas son trabajados: la Academia de Platón, la Bauhaus y la evolución de la arquitectura, la Tierra, paleontología... Teresa explica el modus operandi del método de enseñanza que se sigue.

Primero, los niños realizan un monográfico teniendo siempre en cuenta las dinámicas de proyectos. Esto último lo entiende la visitante cuando uno de los niños le muestra un mural formado por cuatro cartulinas grandes que muestran un enorme esquema con colores, (¿un mapa mental?), frases y palabras en las que se incluyen el conocimiento de la vida, paleontología, haikus, aforismos, biorritmos, biomasa y, en definitiva, la biología, mientras al lado un cartelito incluye dos palabras: creatividad neuronal.

Ese esquema es un punto de partida para recopilación de datos que, en su punto final, se traduce en un libro realizado totalmente por el escolar donde se desarrollan distintos aspectos sobre el tema estudiado sin que haya materias estancas pero sí muchas interrelaciones entre asignaturas. Es decir, aunque el niño elija un tema de biología, su investigación le hará incluir apuntes de letras y otras especialidades porque, como en la vida, todo está interrelacionado.

"Primero, dejamos que el niño se expanda en el dibujo, el arte, la creación, la danza, el cuerpo...", señala la directora. "Esta es una práctica reflexiva. Investigación-acción; es la escuela del siglo XXI, una escuela sociocognitiva donde billones de páginas web nos dicen que podemos tener el profesor más experto del mundo en cualquier cosa", reflexiona la directora.

"Estamos con física, matemáticas... En este caso, hemos hecho un experimento en el que se ven palitos con líneas rectas pero al girarlo, estas rectas se convertirían aquí en curvas", explica un niño orgulloso de su trabajo. Junto a él, el libro "Cuando las rectas se vuelven curvas", de la National Geographic. Segundos después, sus grandes y redondos ojos castaños destellan pasión al hablar sobre otros experimentos y superposición cuántica (lo que ocurre cuando un objeto posee simultáneamente dos o más valores de una cantidad observable).

"Es otra forma de entender el conocimiento. Aquí, el niño es protagonista en la búsqueda de su conocimiento. Aquí, ves un aula con distintos niños de diferentes edades, mentalidades y relaciones", apostilla la directora.

En una salita adyacente al aula, dos jóvenes de ojos claros alrededor de los 30 años, están sentados. Son hermanos y ambos fueron alumnos de O Pelouro. "Para mí, estudiar en O Pelouro no fue un paso sino que forma parte del camino en el que estoy. Siempre está presente. Hoy mis dos hijas estudian aquí. Me veo más completa en el ámbito de las emociones. Siempre fui una niña plena, dispuesta a aprender, a hacer muchas cosas. Aprendí a disfrutar lo que hacía y creo que eso O Pelouro lo insertó en mí, me ayudó a encontrar el sentido del vivir", opina Tracia Valeiras.

Tras las palabras de la joven, la directora opina: "A veces, colocamos a los niños en espacios y tiempos que ellos no quieren. Deberíamos respetar el tiempo y el espacio de la infancia. O Pelouro es un gran desconocido por parte de los que hacen las leyes en estos momentos. Nació como un centro de educación especial (para niños con autismo, síndrome de Down, aunque hoy en día también acoge a escolares sin necesidades especiales, 'normales') con el fin de integrar, incluir, acompañar... El algoritmo es importante pero también es importante el sentimiento".

Un modelo en el que la danza también tiene su lugar privilegiado. De ello, habla Laura Llauder que disertará en el Foro de la Educación de FARO DE VIGO el próximo sábado 26 sobre Eudanza. "En ella, señala, hay un trabajo hacia adentro para conocerte a ti mismo, por eso, se llama Eudanza, la danza del yo, y se establece un marco relacional con otros. Es un trabajo hacia dentro y hacia fuera. Para mí, la vida es una danza, las moléculas, las células... Lo interesante es tener la posibilidad de conocerse a sí mismo y empatizar con el entorno. Desde que empezó la escuela, el arte siempre estuvo presente, con un papel esencial".