"Aún somos muy pocas taxistas en relación con los hombres, en Vigo debemos ser unas sesenta o setenta mujeres", asegura Olga Alonso, que lleva once años al volante de un taxi de la ciudad olívica.

Alonso compagina su trabajo, como puede, con sus dos hijos. "Desde que estamos los tres ellos me tienen que ayudar, ahora hacemos un equipo porque son más mayores y pueden colaborar más", cuenta la viguesa.

Cuando empezó en el taxi tuvo escuchar comentarios desagradables de otros compañeros que pensaban que la habían contratado como favor. "Creían que por ser mujer y tener hijos tenía más posibilidades de que me contrataran que a un hombre porque sabían que iba a dar el callo", rememora. Esa etapa ya pasó, aunque todavía escucha improperios de algún otro conductor cuando se da cuenta de que es ella quien va al volante. "En esta ciudad se conduce muy mal, no respetan tu carril y la prisa parece intrínseca en la gente", señala.

"Somos la mitad de la población y estamos muy presentes en determinados ámbitos de la sociedad pero muy poco en otros. Creo que el mundo mejoraría bastante si hubiera más mujeres en cargos de poder. Para la casa y la familia somos las reinas pero después nos ponen trabas para ascender", destaca.