"Cuando estés leyendo estas líneas, ya habré muerto. He decidido finalizar mi vida, ejercer mi derecho inalienable a disponer libre y responsablemente de mi propia vida". Con estas palabras, Antonio Aramayona, profesor jubilado de Filosofía, articulista, escritor y activista incansable, empezó la última entrada en su blog de "El Huffington Post" el pasado 6 de julio. El día anterior, había fallecido.

En este artículo, el profesor zaragozano, de 68 años, se despedía de sus lectores y explicaba los motivos por los que había decidido poner punto y final a su vida a pesar de no ser "un enfermo terminal" no tener "una enfermedad grave e incurable" ni estar "deprimido". "Es el momento justo de morir. Ni demasiado pronto. Ni demasiado tarde. Es el momento justo de quedar abrazado a mi muerte libre, a esa muerte (como dice Nietzsche) que viene a mí porque yo quiero", explica en el "post".

Aramayona estaba desde 2007 en silla de ruedas tras sufrir dos infartos y dos ictus, pero podía mover el tronco y las extremidades superiores. Sin embargo, entendía que había llegado su momento y que su muerte tenía que ser digna y libre, como había procurado que fuese su vida. No quería que nadie le considerara ni loco, ni mártir ni héroe por decidir acaba con su vida. "Decido morir porque tengo la potestad y el derecho de morir cómo y cuándo yo quiero", afirmó al programa "Tabú" de Jon Sistiaga que se emitió ayer. Sistiaga y su equipo estuvieron junto a Aramayona durante el último mes y medio de su vida.

Asimismo, en una entrevista grabada pocos días antes de su muerte y emitida también ayer en "La ventana" de la cadena Ser, reconoció que siempre defendió el derecho a morir dignamente. "Hay personas que quieren morir, sencillamente, sin hacer daño a nadie. Y un mundo, unas leyes y unas personas que no les dejan ni vivir ni morir bien. Eso es una tragedia". Cuando concedió esta entrevista, solo su hija y dos hermanos conocían lo que iba a hacer. "El dolor que conlleva esta decisión, sobre todo con tus seres queridos es algo bastante duro", reconoció.

Ayer se conocía también el caso del diputado holandés Frans Jozef van der Heijden, que se quitó la vida el mismo día que su esposa, enferma terminal, decidió recurrir a la eutanasia. El diputado, católico muy devoto, tenía 78 años. Su esposa Connie, 76. Y llevaban 53 años de casados. Ambos dedicaron su vida a la política y antes de morir, prepararon una carta pública en la que explicaban su decisión. "Las personas que no están enfermas pero descubren que su vida ya no tiene sentido, deberían tener permitido morir", dicen en la misiva.