Criminal está lejos de ser original, aunque no es difícil sospechar que sus responsables pensaban serlo cuando mezclaron elementos de thriller con brotes de espionaje tipo Bourne y lo envolvieron todo con celofán de ciencia ficción: colocarle a un peligroso y brutal psicópata los recuerdos de un agente secreto muerto para poder parar a tiempo a un terrorista que pretende destruir todo lo que pueda y hacer mucha pupa al sistema (que por eso es un anarquista español).

Sin embargo, lo que hace un pelín diferente a Criminal de otros productos similares es la presencia de un Kevin Costner convenientemente avejentado y con varias capas de rudeza haciendo de villano con brotes de locura, capaz de dar una paliza a quien se niegue a darle la camioneta. No es la primera vez que Costner interpreta a un tipo poco recomendable pero siempre lo hizo más bien aseado y sin perder atractivo, aquí, en cambio, acepta afearse y someterse a un tratamiento de bestialidad que no le habíamos visto hacer nunca. Y el caso es que sale airoso del reto, lo que permite a la película tener cierto empaque dramático, sobre todo cuando Costner entra en contacto con la familia del muerto cuya memoria usurpa y empieza a sentir algo parecido a las emociones.

Realizada con pulcra corrección (aquí no hay un Peter Greengrass que convierta en oro un guión de plomo) y mayormente entretenida salvo que empieces a verle las costuras y cazar incongruencias, Criminal empieza a cojear cuando al final le buscan una salida romántica al personaje de Costner, un tanto mayor ya para esas soluciones tan robertredforianas. En todo caso la propuesta divierte en su modestia, hay momentos de acción bien resueltos y tanto Jordi Mollà como Gary Oldman y Tommy Lee Jones se lo pasan en grande pasándose de rosca con sus personajes de cartón piedra.