Serrulla explica que algunos de los cuerpos han podido ser identificados, no todos tenían el mismo grado de deterioro y en pocos casos se logró obtener el ADN suficiente para cotejarlo con sus descendientes vivos. "Si tuviésemos más financiación se podrían enviar las muestras a laboratorios especializados en ADN antiguo, degradado, pero trabajando como lo estamos haciendo, en precario, es imposible e impensable", apunta.

La exhumación de la fosa común de La Pedraja recibió una ayuda económica del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en 2008. "Después del 2011 no ha vuelto a haber subvenciones de este tipo", asegura el forense gallego.

"Este hallazgo tiene un interés científico objetivo", asevera Serrulla, con quien ya se han puesto en contacto universidades de Francia y del Reino Unido interesadas en estudiar los cerebros recuperados. Sin embargo, ningún centro español ha mostrado todavía interés por los órganos. "Hay mucho trabajo por hacer si hay interés y financiación", concluye.

"Los forenses aprendemos mucho de la evolución de los cadáveres enterrados, si aprendemos cuáles son los mecanismos que condicionan esa evolución nos va a permitir deducir cosas de cómo ha estado enterrado un cuerpo y cuánto tiempo lleva así, además de otras características del proceso de saponificación. Esta es una investigación que tiene aplicaciones forenses directas", sostiene Serrulla.

Un cúmulo de casualidades insólitas ha hecho posible que ochenta años después se conservasen estos órganos. Ahora, cualquier profesional que quiera investigar sobre la saponificación tiene los modelos perfectos pero para que sea posible se necesita una apuesta de la administración en cuanto a recursos y financiación.