Ante la ausencia de famosos, los peñistas fueron ayer los grandes protagonistas del arranque de la feria taurina de Pontevedra. Un año más, los aficionados capitalinos hicieron gala de buen humor y ganas de fiesta, en lo que para muchos es el momento del año para reunirse con los amigos.

Sólo la Coordinadora de Peñas Taurinas movilizó a un millar de aficionados, agrupados en más de 40 peñas. A mayores, acudieron al coso de San Roque otra veintena de agrupaciones no federadas, pero que año a año renuevan su abono para la feria capitalina.

Se echaron en falta caras conocidas, a excepción de Nuria González, esposa del naviero Fernando Fernández Tapias, un habitual de la feria y que en esta ocasión no acudió al arranque del ciclo taurino, como tampoco lo hizo el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que estos días disfrutó de un respiro en Ribadumia.

Los que si presenciaron la tarde protagonizada por Morante de la Puebla, Julián López "El Juli" y Roca Rey fueron el empresario y ex novio de Isabel Sartorius Gerardo Lorenzo, el matador de toros y empresario de la plaza, Manuel Lozano, o políticos como el vicepresidente de la Xunta, Alfonso Rueda, y el ex presidente de la Diputación y actual presidente de la Federación Galega de Fútbol, Rafael Louzán.

El general de la Brilat y varios cargos de la Escuela Naval Militar de Marín o el escritor Manel Loureiro también figuraron entre las escasas caras conocidas.

Siguiendo la tradición, las peñas aprovechan la feria para celebrar sus almuerzos de confraternidad, que este año se vieron sensiblemente reducidos por el calor, dado que la mayoría tenían lugar la aire libre en las plazas del centro histórico. Así, los grupos de amigos se decantaron mayoritariamente por organizar cenas, después de que horas antes hubiesen movilizado hasta la plaza todo su utillaje, desde las neveras a los bocadillos o los imprescindibles sombreros.

El calor también hizo mella entre los más jóvenes, que el día antes habían disfrutado de la primera "noche de peñas". La resaca, dado que la fiesta se prolongó hasta bien entrada la madrugada en una de las escasas jornadas en las que se permite realizar botellón en la calle, y las altas temperaturas se aliaron y pocos quisieron reunirse durante la tarde en el centro histórico, como suele ser habitual, equipados con carritos, garrafas de calimocho y pistolas para lanzar agua. El próximo fin de semana, más.