Cientos de miles de peregrinos se reúnen durante la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Cracovia, una ciudad sumida en el bullicio donde muchos se sirven de la música y el baile para encontrar a Dios mientras otros escapan del ruido y se retiran a los espacios habilitados para el silencio y la oración.

"El que canta ora dos veces", decía San Agustín, que en Cracovia habría visto como muchos jóvenes católicos se lanzan sin complejos a cantar y danzar en una peregrinación multitudinaria que sumerge la ciudad en un estado en el que parecería que es difícil encontrar un momento para "hablar con Dios".

Como explica el sacerdote español Emilio Roura, quien asiste a la JMJ con un grupo de Tarragona, "el cantar es una forma de expresar la alegría que sale de dentro, especialmente entre la juventud, así que cantar, aunque sea mal o menos mal, es también una manera de manifestar que se tiene a Dios adentro".

"Los europeos tenemos mucho que aprender de otros pueblos como África, donde es impensable dar gloria a Dios y que no participe el cuerpo y no haya baile", añade otro religioso español, el padre Elías Coronado, de Santiago de Compostela.

La JMJ tiene lugar precisamente en la ciudad de Karol Wojtyla, el papa polaco, quien en su juventud fue actor de teatro y siempre defendió la importancia de compaginar el silencio de la oración con la expresión de la alegría a través del baile; no en vano se le considera uno de los pontífices que revolucionó la forma en la que la Iglesia llega a la sociedad.

"Lo cierto es que los católicos llevamos la alegría en el alma y en el cuerpo, estamos muy contentos y la alegría y el cántico son una exuberancia de la alegría que sentimos porque estamos salvados, Jesucristo nos ha salvado", insiste el padre Coronado. Pero más allá del baile, la música y el estruendo de los más de 370.000 peregrinos de todo el mundo que llenan las calles de Cracovia, la ciudad ofrece espacios donde reina el silencio, como si se tratase de una especie de Huerto de los Olivos donde recogerse y encontrar a Dios de una manera más reposada.

En la capellanía del padre Muszala se ha instalado una de estas "zonas de silencio", donde los teléfonos móviles están prohibidos y no se permite hablar, un lugar donde se vive otra JMJ, sin griterío ni banderas, sin timbales ni guitarras, en la más profunda intimidad.