Si algo echan en falta los gallegos en la diáspora es la gastronomía, además de la familia, claro está, pero Irene Alemparte (Vigo, 1992) ha tenido suerte a pesar de encontrarse a 13.000 kilómetros de distancia. Trabaja para una empresa española con sede en Yakarta que exporta productos gourmet desde nuestro país para todo el Sudeste Asiático. "Mi abuela me decía que iba a echar de menos el jamón, pero trabajo en el único lugar de toda Indonesia en el que puedes comprarlo", bromea.

Titulada en Administración de Empresas por la Escuela de Negocios Afundación y con un máster en Comercio Internacional de la Universidad de Vigo, Irene decidió vivir una intensa experiencia casi sin tiempo para la reflexión: "En dos semanas acabé los exámenes y me vine a la aventura a ver qué pasaba. El proceso de negociación es completamente diferente, también las regulaciones, y tienes la oportunidad de conocer otro idioma y otra cultura. El cambio es enorme, pero lo positivo compensa. Es una inmersión total que no tendría si me quedase en casa".

La empresa catalana Avey Asean la ha contratado como responsable de operaciones hasta el próximo octubre, periodo que integrará sus prácticas laborales del máster. "Nuestro objetivo es introducir el producto español que, aunque se asocia a calidad, es poco conocido. Y además las negociaciones son lentas y hay que insistir mucho y tomárselo con calma. Hacemos de todo, desde consultoría para las empresas que quieren vender aquí a la organización de eventos y la participación en ferias o catas. También colaboramos mucho con la Embajada", explica Irene.

La oficina de Yakarta dispone además de tienda para vender los mismos productos que ofrecen a los distribuidores asiáticos y a las cadenas hoteleras y de restauración. "Y ahora estamos a punto de abrir otra en el restaurante El Kabrón, que está en Bali y es de un socio de la empresa", añade.

La mayoría de productos que importan -vinos, aceites o quesos, entre otros- son de origen catalán, pero Irene anima a nuestros empresarios a dar el salto. "El licor café y otras bebidas de este tipo podrían tener aquí mucha salida. Y también el vino. Tenemos una gran diversidad de productos en Galicia e Indonesia es una oportunidad. Hay un vacío que se puede llenar. El proceso es difícil pero sí hay posibilidades", sostiene.

Irene eligió su carrera por las salidas profesionales y después se matriculó en Comercio Internacional porque le apasiona viajar y creía que en este campo de trabajo tendría "muchas más facilidades" para hacerlo. Y le faltó tiempo para coger la maleta ante la sorpresa de sus familiares y amigos.

"También estoy aquí para diferenciarme. Cada año terminan en España la carrera de Administración y Dirección de Empresas miles de personas y si solo puedes ofrecer el mismo título consigues trabajos pésimos. Lo importante es que te diferencies, sobre todo cuando tampoco puedes aportar experiencia, que es la otra cosa que se valora", reflexiona.

Para empezar, no muchos alumnos pueden decir como ella que presentaron su proyecto fin de máster por videoconferencia desde el otro lado del planeta y en un país en el que las conexiones son una incógnita diaria. "Te acabas buscando la vida e ideando soluciones. Mi trabajo se centraba en la exportación de algas gallegas a Japón y mi experiencia aquí me vino muy bien", celebra.

Así que en Yakarta está enriqueciendo su currículo y también su bagaje personal: "La ciudad es enorme y caótica. Al lado de enormes rascacielos te encuentras con chabolas, muchas sin techo, y ves a niños caminando descalzos por la calle. Una parte importante de la población vive bajo el umbral de la pobreza. Es un país rico, pero en manos de unos pocos, de ahí que los contrastes sean tan grandes".

A pesar de ser viguesa, Irene no se atreve a conducir entre el anárquico tráfico de la ciudad. "Creía que ya estaba bregada, pero para nada", comenta entre risas. Las motos-taxi son una mala elección debido a la gran contaminación de la urbe y ha empezado a estudiar el idioma ya que muy poca gente habla inglés.

La misma sorpresa que refleja su rostro ante cada nuevo descubrimiento también se refleja en los indonesios que se cruzan con ella: "Aquí no somos muchos occidentales y se te quedan mirando y te hablan. Es muy gracioso porque pareces un famoso. Y aunque se les hace raro ver a una chica sola por la calle no hay ningún problema. Es una ciudad muy segura y la gente es muy agradable y servicial. Lo positivo de esta aventura supera las desventajas".