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Psicología desde la cuna

Expertos alertan de que traumas infantiles pueden provocar trastornos alimenticios

Casos de anorexia o bulimia residen en fallas en el vínculo con los padres o cuidadores

La bulimia se caracteriza por realizar grandes atracones para después vomitar.

La anorexia y bulimia nerviosas son los trastornos de alimentación con mayor incidencia afectando a la juventud gallega entre el 1 y el 4% de la misma, según datos facilitados por el Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia. En los últimos años, se había apuntado a una posible predisposición genética a la hora de desarrollar anorexia. Desde el colegio gallego, ofrecen otra clave: los traumas en el vínculo de apego con los padres o cuidadores en la infancia pueden desatar trastornos alimenticios en el futuro.

"El apego es el vínculo que tenemos con la figura de nuestros padres o cuidadores (abuelos, tíos...). Ese vínculo es el que va a marcar nuestras relaciones con los demás," señala la psicóloga Natalia Seijo. Esta experta, que este fin de semana imparte un curso a otros psicólogos sobre este tema en el Hospital Lucus Augusti, recalca que "la comida está asociada al apego. Cuando hay problemas con el apego, los canalizamos con la comida. Por ejemplo, hay casos de obesidad que proceden de un vínculo de apego con madres o cuidadoras cebadoras. Estas expresan amor mediante la alimentación, pensando que nunca es suficiente. Para ellas, cuidar es cebar y los niños acabarán asociando sus emociones -como la soledad o la tristeza- a la comida".

En el caso de la anorexia, la base puede ser el trauma de apego por un vínculo que generaba rechazo o evitación. Este apego evitativo se da cuando el cuidador deja de atender constantemente las señales de necesidad de protección del niño. De esta manera, el pequeño no desarrolla el sentimiento de confianza que precisa. "Acaban evitando el contacto emocional, evitando la comida, el expresar sus emociones o sentimientos", añade Seijo.

La psicóloga también resalta la importancia del trauma oculto en el origen de los trastornos alimenticios: "Se generan cuando somos pequeños por conductas que vienen de los padres y que no se ven. Cuando la madre está entretenida o no hace caso al niño y eso se hace de forma constante, el pequeño genera defensas, pensamientos como 'Yo no soy importante'. En el futuro, ese niño convertido en joven o adulto se comportará desde ahí, según las creencias que tiene de sí mismo".

Tras esta explicación, surge la pregunta de si, para evitar estos traumas, se debe acudir siempre a un bebé o a un niño que llore, sea cual sea la causa de su lágrima. "El bebé que llora en la cuna, lo hace porque le pasa algo y reclama a alguien. No obstante una cosa es cubrir demandas y necesidades y otra enseñar a poner límites sanos al pequeño", avisa.

¿Qué ocurre con métodos que recomiendan dejar llorar al niño -cada día un poco más y espaciando el tiempo en el que el cuidador acude a la habitación a tranquilizarlo con palabras- para que entienda que es la hora de dormir? Natalia Seijo apunta que dichos métodos "a veces crean más daño que beneficio o ayuda al niño" .

Ante la cuestión de por qué en una misma familia un hijo puede desarrollar un trastorno alimentario y otro no, esta psicóloga apunta que "no todos los hijos son educados de igual manera. Aunque sean hermanos, la crianza es diferente; depende del carácter y del temperamento de cada persona". "Una madre tampoco es igual cuando nace el primer hijo a cuando nace el segundo. Hay circunstancias vitales que hacen que la madre esté más triste o alegre, y eso incide", concluye.

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