Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El estreno del año

Han Solo ante el peligro

Abrams reverencia la primera trilogía, Ford reina, Ridley promete y el malo se distancia de Vader

Vigo se rinde a una pasión que dura ya casi cuarenta años | Gallegos de varias generaciones disfrutaron ayer del estreno de "El despertar de la Fuerza", el Episodio VII de la saga de ciencia ficción "La guerra de las galaxias" que arrancó en 1977 fruto de la imaginación de George Lucas. Ataviados algunos de ellos con uniformes de soldados imperiales y, otros, con toda suerte de muñecos o camisetas que popularizan esta epopeya galáctica, todos reconocían el carácter legendario de la saga. En la imagen, varios de los espectadores ataviados ayer para el aranque de esta nueva trilogía galáctica.

Yo he visto cosas que no creeríais. Hombretones de edad madura con lágrimas en los ojos al irrumpir la mítica intro de palabras que se pierden en el espacio (¡sin anuncios! privilegios de sesión golfilla previa el estreno masivo), cascos de soldados que se retiran para devorar palomitas con la mirada extasiada ante la pantalla, niños vestidos del malote Vader con los ojos como platos, parejas de novios compartiendo butacas con muñequitos del villano con la espada en alto, una sala que rompe a aplaudir con los pelos de punta cuando suena la música de John Williams, una atmósfera de atención máxima y una expectación cercana a la devoción. El éxtasis, si me apuras.

Y ahora dejamos la colonización de la nostalgia a un lado y recordamos que Star Wars, además de una experiencia muy íntima para varias generaciones de espectadores que recuerdan con exactitud el día que vieron la primera, cuando aún se llamaba "La guerra de las galaxias", es cine. Y esta vez, a diferencia de la segunda trilogía perpetrada por un patoso Lucas con la brújula descacharrada, nos espera buen cine de entretenimiento como el que albergaban las tres primeras entregas de la saga, que cuanto más obsoletas se quedan más nos gustan a pesar de sus efectos especiales viejunos y su desarmante ingenuidad.

Si algo bueno se puede decir de los episodios I, II y III -con los que Lucas se sacó de la manga una precuela impensable cuando se estrenó la primera película a finales de los 70 rodeada de augurios nefastos- es que intentó dar un paso adelante y ofrecer algo distinto, rupturista incluso. El problema es que demostró ser un mal guionista y un oxidado realizador y consiguió decepcionar a casi todos. Una vez vendido el imperio a Disney, los experimentos quedaban descartados, aunque J. J. Abrams había demostrado con su formidable rejuvenecimiento de Star Trek (en la primera entrega, la segunda no tenía historia y se embarrancó) que era un cineasta capaz revitalizar la serie con aires nuevos pero sin traicionar sus esencias. Y esto último se hace patente en El despertar de la Fuerza desde el primer plano con la sombra que invade un planeta hasta el último, de tintes casi mitológicos tan frustrantes (hay que esperar dos años para ver la continuación) como alentadores (lo que se anticipa promete mucho). Lo que falla, o lo que falta para ser más justos, es su primera habilidad, porque el guión (donde se nota la mano firme de Lawrence Kasdan) no es que sea respetuoso con las ideas originales de Lucas, es que directamente se pega un atracón con ellas en cuanto a temas, situaciones y personajes, lo que a veces provoca una mullida sensación de familiaridad y otras abre la puerta a lo previsible. O sea, a la falta de sorpresas.

Que Abrams no es un tuerceplanos de última generación queda bien claro desde el principio, con un arranque que parece un homenaje alocado a El séptimo sello, de Bergman (¿Max Von Sidow está ahí por casualidad? ¿la aparición del villano no recuerda a la presencia de la Parca en el clásico?) y en el que la batalla está contada con precisión y claridad (estupenda la idea de la huella de sangre en el casco para que luego podamos distinguir al arrepentido del resto). Hay un momento de humor un tanto tonto (la réplica del piloto a su captor) pero, por fortuna, es una amenaza fantasma porque, aunque hay más momentos jocosos, no llegan a incordiar. Y el pequeño robot rodante, con la misión de poner el toque "tierno" al asunto, tiene su gracia.

La campaña de rejuvenecimiento emprendida por Disney / Abrams abre dos frentes con desiguales resultados. Por un lado, recurrir a la vieja guardia para que veamos a los héroes cansados y arrugados es un acierto pleno. Cuando aparecen en la pantalla Harrison Ford y su compinche peludo la película tiene un evidente subidón de interés, y no solo por el toque nostálgico de ver a Han Solo y la ex princesa Leia intercambiando miradas de amor en plan Robin y Marian, sino porque salta a la vista el carisma del actor, al que regalan además el personaje más interesante. Con los nuevos fichajes hay que entrar en matices. Daisy Ridley es un descubrimiento gozoso. Señoras y señores: ha nacido una estrella. Y no digo más. Pero el personaje del piloto heroico que encarna Óscar Isaac (actor excelente) está apenas esbozado y aparece y desaparece sin que deje huella. El desertor que encarna con entusiasmo pero irregular talento John Boyega tiene más espacio para crecer, pero siempre como comparsa en esa gran apuesta por convertir a Ridley en la gran heroína de acción del año (con permiso de Charlize Theron).

¿Y el nuevo malo? ¿Qué pasa con el sucesor de villanías del añorado que no llorado Darth Vader? Cuando sale con la máscara y habla con voz metálica es inquietante, y cuando maneja su espada llameante en forma de cruz alimenta la vorágine terrorífica, pero cuando se quita el casco y recupera su voz normal, la cosa cambia. A algunos les parecerá que el imponente Vader era un villano insuperable, un monumento a la crueldad casi invencible con el que no cabe empatía alguna.

Compartir el artículo

stats