Lleno total en el Auditorio do Areal para oir las palabras de un juez que, por no ceder en sus principios y obligacones, vive y llegó a Vigo con escoltas. Decisiones ajenas a él obligaron al público a pasar por un detector de metales aunque tal molestia quizás haya hecho sentir a la gente más solidaria, mínima compensación de la sociedad con quienes viven bajo la amenaza por el hecho de servirla desde la Justicia.

Isabel Durantez, directora xeral de Interior, habló de él y con un conocimiento de causa labrada en amistad personal durante los años en que coincidieron como jueces en un País Vasco entonces nada fácil para su misión. Ni ahora. Grande-Marlaska se atrajo pronto al público acudiendo al tuteo, como buen vasco, y creando un clima de buen entendimiento con esa imagen suya de hombre sencillo, moderado, discreto y ajeno a los vértigos de las cámaras.

La magistrada Durantez hizo un dibujo personal del invitado. "Los que hemos tenido la suerte de trabajar a su lado sabemos de su integridad como profesional y como persona y que es uno de esos jueces que cumple con su deber. Pierde el tiempo quien quiera encasillarlo más cerca de una siglas que de otras, más cerca de una tendencia política que de otra. Yo sé que lo único que condiciona su vida es su independencia, el trabajar con lealtad a las leyes y no estar dispuesto a ceder ante ningún poder que no sea el de su conciencia".

Grande-Marlaska llegó al Club FARO precedido por esa fama de hombre de orden, enormemente trabajador, meticuloso en sus análisis e implacable en sus resoluciones. Un tipo de costumbres moderadas y sencillas que quizás no encajen con esa imagen de "juez estrella" que últimamente le adjudican. Un profesional al que le tocó lidiar con muy bravos astados en la Audiencia Nacional, cosa que parece perpetuarse. Ante su toga se han sentado Otegi y De Juana Chaos. Y esperan el Forum Filatélico y Air Madrid. Por no hablar de narcotráfico. Por dar sólo un ejemplo.