Aunque responde al paradigma bíblico de Adán y Eva, no fue por razón de la culpa o del pecado original -que también salieron a relucir en el coloquio-, sino por la angustia actual, por lo que el periodista citó a una manzana. El ejemplo fue claro: "Con tanta información, vivimos amargados. Yo cojo una manzana, la miro y pienso ¿será transgénica?, ¿tendrá pesticidas?, ¿vendrá de Argentina y habrá contaminado el planeta para llegar hasta mi mesa?, ¿cuántos litros de agua se habrán gastado para producirla?, ¿estaré arruinando a los agricultores locales si me la como? Y así, seguía planteando dudas el periodista Antonio Fraguas, que culpaba a la "sobreinformación" de ese proceso. "Hace cincuenta años, mi padre tan solo se la comería", resumió. El caso sirvió de pretexto para reflexionar sobre la posibilidad de ser felices individualmente en un mundo en el que se retransmiten tragedias a diario. ¿Cómo ser feliz si hay tantas personas sufriendo? Ahí el periodista, que estudió Filosofía, se remontó a los griegos. "Ataraxia" es una de las facultades que en la antigüedad nombraron para, siendo ajenos al dolor externo, lograr la paz interior. También la "apraxia", una técnica sin movimientos que aún usan algunas religiones para meditar y lograr llegar al interior de uno mismo.

Del mismo modo y a preguntas del público, explicó que en Occidente los ciudadanos "imaginamos nuestras vidas siguiendo una trama que consta de principio, nudo y desenlace, como en los cuentos que nos han contado desde que éramos pequeños". Y es al alcanzar el final cuando llega la felicidad. Toño Fraguas argumentó que se trata de un esquema cultural y por tanto, no es universal.