Manuel Burgos es uno de los primeros espectadores de "La playa de los ahogados". Ha ido a la sesión de las cuatro y diez de los cines Gran Vía de Vigo y en un momento de la película se ve a sí mismo en la gran pantalla. Es uno de los figurantes de la versión cinematográfica de la novela del escritor vigués Ignacio Villar que dirige Gerardo Herrero. "Vivo en Baiona, y como estaban haciendo allí las pruebas de selección, me presenté", explica. Y así fue como Manuel Burgos se convirtió en el vecino de mesa de Carmelo Gómez (Leo Caldas) y Antonio Garrido (Rafael Estévez) en la terraza de un bar de Nigrán donde los dos policías paran a tomar un café un sábado por la mañana. Allí es testigo de una conversación que a este vecino de Nigrán, que fue inspector jefe del Cuerpo Nacional de Policía en Vigo, le resulta muy familiar: las quejas de Estévez por tener que estar trabajando el día que le tocaba descansar. "Esa era la clásica discusión que teníamos cuando yo trabajaba: la falta de un horario", recuerda.

La forma en que Villar construye la trama policiaca, la desmaraña y la concluye es fiel a la realidad, según este policía jubilado. "Estoy cansado de tanta película de policías en la que solo hay persecuciones de coches. Esta tiene mucho de investigación policial y la trama y cómo la desarrolla es muy interesante", asegura. Asegura que le ha gustado mucho el largometraje, aunque confiesa que no se ha leído el libro, aunque sí la anterior entrega del inspector Caldas, "Ojos de agua".

Antonella Rodríguez sí se lo ha leído y asegura que es fiel al libro -la película cuenta con Domingo Villar como coguionista-. "Hace tiempo que lo leí, pero es prácticamente igual al libro y todos los paisajes son como se describen en la novela", asegura esta joven compostelana de 21 años. Aitor Rodríguez corrobora esta afirmación. Él es de Baina y reconoce la zona. A Aitor le hubiese gustado ver la proyección en gallego, pero se confundieron de cine. Aún así, la película le ha gustado. "Me ha gustado todo bastante; sobre todo los paisajes y cómo retrata a la gente", asegura. Y es que el paisaje: el mar, el monte y la urbe -con la Porta do Sol, el Paseo de Alfonso XII y el bar Eligio de Vigo, entre otras localizaciones-, con la niebla y la lluvia, son otro personaje más de una historia en la que los silencios dicen más que las palabras y en la que el final no es predecible y sí "muy lógico", como afirma Manuel Burgos desde su experiencia como policía.