La apoteosis del sábado en Valencia fue inenarrable. Cada salida de Zubin Mehta al foso era subrayada por las ovaciones del público que llenaba el Palau de les Arts. La reina Sofía, también aplaudida a su llegada, se unía al estrépito de palmas y bravos. Al apagarse la última, sonó un "¡No te vayas, Zubin!" que duplicó el homenaje por expresar el sentimiento de pérdida de algo que los valencianos han interiorizado como seña de identidad: la gran clase de su teatro de ópera, su orquesta y su coro, llevados al primer nivel artístico internacional por el maestro hindú bajo la gestión señera de la intendente Helga Schmidt. Era la penúltima función el VII Festival del Mediterráneo fundado y desarrollado por Mehta y Schmidt. El director se ha despedido a despecho de su deseo de seguir y del unánime sentir de la ciudad. Designios del poder?

Fiel a su fama, ofreció la casa una producción muy importante, debida en lo escénico a Davide Livermore, director en el propio Palau del "Centro de Perfeccionamiento Artístico Plácido Domingo". La idea central es el destino, evocado en símbolos visuales como el infinito túnel de cuadernas asimétricas que contiene gran parte de la acción, con tropeles de aves agoreras cercándolo en los clímax. Desde el "índice" visual que acompaña a la obertura, el distanciamiento narrativo se apoya en la exclusiva línea recta y en el acromatismo (sólo blancos, grises y negros, con algún rojo apagado) del que dimana la sensación de lo soñado. Con desenvoltura en la concepción de espacios irreales y el recurso a vídeos reales, Livermore sitúa la acción en el final de la segunda gran guerra y la liberación de la Europa ocupada, que da contexto al desenlace del "fatum" de los destinos individuales. El caótico libreto de Piave inspirado en el drama español "Don Álvaro o la fuerza del sino" gana con todo ello una cierta coherencia.

Zubin Mehta hace una creación soberbia con la orquesta y el coro -ya tocados por los recortes- que, bajo su mando, recobran la excelencia en plenituid. Formidable trabajo en las tensiones y la sonoridades, los celajes expresivos, la alternativas de carácter y, hasta donde es posible con una partitura no muy refinada, las sutiles pendulaciones entre dramaticidad y lirismo.

El tenor estadounidense Gregory Kunde, verdadero gigante por el poder, la densidad y la belleza de su canto, el ímpetu de sus ataques en los más peligrosos grados de tesitura y la absoluta entrega, hace oír un "Don Álvaro" insuperable, como lo fue hace pocos años su "Otello" en el mismo escenario.

Hoy día no hay otro capaz de interpretar como él los roles dramáticos de Verdi. La soprano ucraniana Liudmila Monastirska, de moda en el mundo como excepcional "spinto", construye una "Leonora" espectacular, más épica que emotiva en sus alternativas de emisión filada o a pleno pulmón, aunque bastaría el espléndido "Pace, pace" para demostrar su enorme garra expresiva. Se llevó al público de calle. Magníficos el "Don Carlo" del barítono Simone Piazzola, la "Preziosilla" de la mezzo Ekaterina Semenchuck, y el "Padre Guardiano" de Stephen Milling. Completaron la gran fiesta vocal Valeriano Lanchas, Cristina Alunno, Ventseslav Anastasov, Mario Cerdá, Aldo Heo e In-Sung-Sim.

Al final, el Palau de Calatrava se venía abajo con una ovación reivindicativa y memorable. "¡Toma nota, Fabra!", fue otro de los gritos escuchados. Ojalá que lo escuche su gobierno y consiga salvar una obra que es orgullo de la cultura española.

crítica musical

"La forza del Destino"

| Verdi

| Palau de les Arts de Valencia, sábado 14 de junio. Cierre del VII Frestival del Mediterráneo.