Si la calidad de una banda de música se midiese de un modo matemático por su capacidad de llenar el Auditorio Mar de Vigo, podríamos efectuar una crítica muy concreta, para el fenómeno "Auryn" que conocimos en primera persona ayer mismo. El concierto de la primera "boy band" española ha sido, ciñéndonos a la premisa de partida de esta crónica, la constatación de un magisterio dentro del pop nacional. Porque no llenaron, pero casi. Lo que pasa es que evidentemente esa regla de tres (llenazo y éxito de taquilla es igual a calidad) no se puede dar como ley física.

Dicho lo cual hay que reconocer que "Auryn", esa banda de cinco chavales a la New Kids on the Block, no está pensada para un tipo de cuarenta y pico que desearía ver en el auditorio vigués a "PJ Harvey" o a los apocalípticos "Swans" (inciso ¿no llenarían también la sala como lo hicieron Wilco?), y no cabe hacer más crítica que la crónica de unos hechos, o el despiece sanguinolento a partir de los gustos personales (no procede).

Gritos y saltos en grupo

La realidad, al final, es la que es: el Mar de Vigo se llenó de adolescentes y gentes más jóvenes aún acompañadas de sus padres, reproduciendo y llevando hasta límites casi histéricos el fenómeno "fan" desde el primer segundo en que pisó "su" banda el escenario. De hecho, desde antes. Gritos (de frecuencias demoledoras), mareas corales doblando a los artistas, saltos en grupo desde las butacas y hasta pancartas de amor confeso se podían ver en el auditorio.

Mientras, y también desde el minuto cero en que pisaron las tablas, el quinteto perfectamente peinado y vestido cantaba sonriente sobre un escenario coronado con su nombre, entre luces y confetis, interpretando sus canciones, esas que han esparcido ya en dos álbumes. Arrasaron entre quienes ya los adoraban, y sus fans vivieron la noche de sus vidas, así que todos bien contentos.