Cuando era niño, "no sabía cómo, pero quería volar. Fue algo que siempre tuve en mente", relata César Vila, miembro del Club Nortada Parapente de Tomiño. Cuando lo probó por primera vez, siendo un adolescente, el parapente lo dejó "enganchado". A sus 36 años, lleva 13 practicándolo regularmente, desde que pudo hacerse cargo del pago de los cursos y comprarse su propio equipo.

"Más que un deporte, es un modo de vida", afirma Manuel García, instructor de Parapente Galicia, alegando que las sensaciones del vuelo libre no hacen justicia a sus descripciones. "Es libertad, poder volar sobre lugares que muchas otras personas no pueden contemplar. Estar a la altura de los pájaros y sentirte uno más de ellos". A estas sensaciones contribuye el escaso peso de un equipo formado por una vela, el "ala" de tela que se sostiene con el viento, junto a un arnés a modo de silla pensado para pasar horas sobre ellos sin que el cuerpo se resienta. Para empezar a volar, insiste el instructor, lo ideal es comenzar con un vuelo biplaza, en compañía de un monitor, o bien asistir a los cursos que, en pocas semanas, proporcionan los conocimientos necesarios para el vuelo individual.

Parajes del vuelo gallego

En la actualidad, Galicia cuenta con clubes y escuelas que imparten cursos de vuelo por todo el territorio, ya que dependiendo de la climatología se escoge el punto de despegue de cada ocasión. Según explica Joaquín Dávila, piloto y monitor del Club Parapente Rotor, en verano son propicias las zonas de interior, donde las "burbujas" de aire caliente permiten alcanzar mayor altura. Su favorita se encuentra, asegura, en el municipio orensano de Baltar,

En invierno, cuando el viento marino favorece un vuelo más relajado, es pertinente la costa. Especialmente, comenta Dávila, el largo vuelo desde Santa Marina de Oia hasta A Guarda, en ida y vuelta. Para Manuel García, las vistas más "espectaculares" son aquellas que se alcanzan despegando del monte moañés de Xaxán, a 600 metros sobre el mar: "apenas coges un poco de altura, puedes ver la ría de Vigo, Pontevedra y Arousa desde un mismo punto". Coinciden, eso sí, en el potencial de Galicia en altura.

¿Dónde está el riesgo?

"La gente suele compararlo con puenting o paracaidismo, cuando no tiene nada que ver. El parapente es volar, no es saltar ni tirarse" dice Manuel. "Asumes riesgos como en cualquier otro deporte, lo importante es respetar las normas", señala Dávila que, en sus 20 años de experiencia como instructor, nunca ha tenido altercados que fuesen más allá de una torcedura de tobillo por no calzar lo adecuado. "Los fallos suelen ser humanos.

Sobre todo, por volar en condiciones climatológicas adversas", apunta Manuel García. Como aficionado, César es muy consciente de la dificultad de romper la barrera del miedo: confiesa que no pudo convencer a sus familiares y amigos de la belleza de esta actividad "hasta que compré un biplaza y los llevé a volar. Entonces se dieron cuenta: volar transmite mucha paz. Pero hay que probarlo para saberlo".

Los profesionales coinciden en señalar, además, que el parapente es ideal para todas las edades. Incluso para aquellas personas con discapacidades físicas ya que, adaptando los equipos y encompañía de un monitor, pueden sobrevolar Galicia.