El Dios silencioso o durmiente que Benedicto XVI dijo haber experimentado durante su Pontificado parece haberse proyectado en el precónclave de la semana que termina, durante las ocho congregaciones que reunieron a los cardenales de la Iglesia. La opinión de los vaticanistas es unánime: el perfil del futuro Papa no está claro, a diferencia de lo acaecido hace ocho años, en el precónclave de 2005, cuando Joseph Ratzinger, entonces decano del colegio cardenalicio, iba sumando el respaldo suficiente, aunque sin pretenderlo, como para recibir en la primera votación del cónclave un número destacado de apoyos.

Además, en el exterior de las congregaciones se escuchaba el continuado grito de "¡Santo súbito!" dirigido al yacente Juan Pablo II. Su pontificado acababa en éxito, pero Benedicto XVI se ha despedido en su última audiencia pública apelando a una idea repetida y predilecta: "Existieron momentos en los cuales las aguas estaban agitadas y el viento era contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir". Ese Dios durmiente, que no es precisamente similar al del adagio latino ("aliquando bonus dormitat Homerus", hasta el bueno de Homero dormita de vez en cuando), enlazaba con aquel otro mensaje del 28 de mayo de 2006, cuando Benedicto XVI visitó el campo de exterminio de Auschwitz: "¿Por qué. Señor, callaste? ¿Por qué toleraste todo esto? ¿Dónde estaba Dios en esos días? ¿Por qué permaneció callado? ¿Cómo pudo tolerar este exceso de destrucción, este triunfo del mal?". Y si hicieran falta más citas, bastaría con acudir al primer tomo de su "Jesús de Nazaret": "Se puede preguntar por qué Dios no ha creado un mundo en el que su presencia fuera más evidente".

El Dios silencioso de Joseph Ratzinger puede calificarse a la postre como el del epitafio de su Pontificado. El Dios que tolera el mal pese a las nociones de suma bondad, sumo poder y Providencia que la dogmática cristiana le ha reconocido. Ahora bien, hay males y males: el mal moral con mayúsculas del Holocausto judío, o el de la pederastia en la Iglesia, tanto por los hechos en sí mismos como por su encubrimiento a lo largo de décadas. Pero también existen males de índole menor, por ejemplo, de imperfección en el funcionamiento de las instituciones humanas. Pese a que de la Iglesia católica y de su centro de poder, la curia vaticana, se esperaría una operatividad modélica o, al menos, limpia y honesta, las sombras se han extendido en dos áreas concretas: las pugnas internas reveladas en los documento del "Vatileaks" y el manejo de los dinero del Instituto para las Obras de Religión (IOR), el "Banco Vaticano". Paradójicamente, el mal moral con mayúsculas de la pederastia ha sido asunto que Benedicto XVI afrontó con resolución y ha dejado encauzado, pero el mal menor de una curia chirriante ha sido la roca ante la que se ha sentido con "disminución del vigor del cuerpo y del espíritu".

"Vatileaks" y dineros vaticanos han sido precisamente centro de preguntas y respuestas parciales durante las congregaciones cardenalicias de esta semana. Una hipotética reforma de la curia y la colegialidad de los obispos (colaboración efectiva de los mitrados con el gobierno central del Papa) han sido otros de los temas cuyo tratamiento se ha filtrado pese al bloqueo informativo y a la prohibición recibida por los cardenales estadounidenses, los más activos, de que no celebrasen ruedas de prensa por su cuenta. El vaticanista Andrea Tornielli, de "La Stampa", apuntaba que los cardenales en el extranjero y los obispos se han sentido alejados de la Roma gobernante en las jornadas del "Vatileaks".

En ello, los cardenales de EE UU han sido los más incisivos, según confidencias recogidas por John Allen, de la revista "National Catholic Reporter". Los yanquis han reclamado "transparencia de la curia -en la lógica de su decisiones y en quién las toma-, responsabilidad -nombrar a las persona correctas para los puestos adecuados-, y modernización ante un mundo veloz". Allen cita al jesuita Tom Reese, quien había dicho que algunos cardenales "parecen buscar un Jesucristo con un máster en administración de empresas". Sin embargo, el proverbial pragmatismo norteamericano "ha hecho emerger a los cardenales estadounidenses como insurgentes contra el régimen establecido", agrega Allen, quien reconoce que se ha difuminado la idea de que un Papa de EE UU sería imposible por la sospecha de que la CIA o Wall Street lo han colocado en la silla de San Pedro.

Y curiosamente ha sido un vaticanista italiano, Sandro Magister, de la revista "L'Expresso", quien ha señalado la figura del cardenal de Nueva York, Timothy Dolan. Magister parte de que "la apuesta más fácil es que el próximo Papa no será italiano, pero tampoco europeo, africano, asiático, sino que el sucesor de Pedro podría venir de las Américas. O, si se quiere intentar una previsión más certera, de la Gran Manzana". A Dolan le asigna "sonrisa radiante y vigor desbordante", y le coloca con posibilidades frente a un supuesto candidato "romano y curial", el cardenal de São Paulo de Brasil, Odilo Pedro Scherer, que antes de ese destino trabajó en el Vaticano. Pero "Dolan es, en la doctrina, un ratzingeriano total que posee, además, el don de ser un gran comunicador", sentencia Magister, quien agrega que además del neoyorkino "está el arzobispo de Boston, Sean Patrick O'Malley, con sayo y barba de bravo fraile capuchino", y "el canadiense Marc Ouellet, también de sólida matriz ratzingeriana y lleno de talentos similares a los de Dolan y O'Malley".

Respecto a Dolan, el citado Allen identifica un movimiento cruzado entre Italia y EE UU: "Mientras que la prensa estadounidense se ha centrado en él, la italiana habla de O'Malley". Pero no toda la prensa italiana, ya que Tornielli se ha inclinado a última hora por el cardenal arzobispo de Milán, Angelo Scola, en el que "podrían converger los votos de diversos cardenales estadounidenses y de otros electores europeos, de Alemania o los Países del Este, además de los de algún italiano". Son precisamente estos cruces de preferencias por parte de los vaticanistas los que confirman que el precónclave ha finalizado sin candidato destacado, pero con unos cuantos nombres muy agitados por la prensa, lo que no significa causa directa de elección. De hecho, muy pocos medios de comunicación daban en 2005 como favorito a Joseph Ratzinger, que pese a las crecientes adhesiones en las congregaciones de cardenales, disponía de un perfil mediático bajo. Por ello cardenales de perfil bajo no deberían ser descartados en las primeras votaciones del cónclave. Después, los movimientos de votos agrupados dirán el resto.

¿Ha sido un precónclave bajo un Dios durmiente? Podría interpretarse así. Sin embargo, el Dios silencioso no era la idea definitiva de Benedicto XVI. El veterano teólogo, hombre de fe y de razón, respondió en el mismo Auschwitz a la pregunta "¿por qué. Señor, callaste...?", y sus palabras fueron: "El Dios en el que creemos es un Dios de la razón. Nosotros oramos a Dios y gritamos a los hombres para que esta razón prevalezca sobre las actuales amenazas de la irracionalidad o de una razón falsa, alejada de Dios". Si atisbos de una "razón falsa" se han instalado en el Vaticano, al comienzo del cónclave los cardenales tendrían que invocar, no sólo al Espíritu Santo, sino al "Dios de la razón" que figurará en el epitafio de Benedicto XVI.