-¿Ser psicólogo es un salvavidas para usted?

-No se crea. La gente tiene la manía de pensar que, cada vez que el psicólogo habla con alguien, lo está analizando. Le digo de verdad que hacer eso sería una pérdida de tiempo. Lo que sí nos pasa es que, a veces, resulta difícil encontrar el punto de dejar de ser terapeuta y estar normal con los amigos, sin querer ayudarlos psicológicamente.

-¿Por qué la fuerza de voluntad es el eje de este libro?

-Porque creo que está de vuelta. Durante mucho tiempo, hemos estado como si nos costara hablar del esfuerzo, la disciplina, el autodominio, la voluntad... Parecían palabras del pasado. Por una parte, se ha apostado por una formación, por un sistema educativo sin tanto esfuerzo. Por otro lado, socialmente, hemos vivido encerrados en un bienestar que era una burbuja, un engaño. Llegamos a un punto donde todo parecía fácil. Parecía que se podía conseguir lo que se quisiera sin hacer nada. A eso, le añadimos programas de televisión donde aparecía gente que por enseñar sus partes se hacía muy popular y ganaba dinero. Todo eso ha distorsionado elementos claves en la constitución psicológica de una persona. Uno de esos elementos es la perseverancia y el autodominio; este último, la capacidad de soportar la frustración y estar dispuesto a entender que todo cuesta. La felicidad se conquista, no aparece de forma rápida e inmediata.

-¿Cómo domar la fuerza de voluntad si se carece de ella?

-Ahí es donde aparece "el músculo de la voluntad" que señalo en el libro. Haciendo una analogía, vamos a hablar de la voluntad como si fuese un músculo. Cuando te dicen que físicamente estás flojo, que tienes que muscular más, vas al gimnasio. Allí, no empiezas levantando 100 kilos sino que comienzas con dos o cuatro. Al cabo del mes, subes y progresivamente vas adquiriendo más fuerza y musculatura hasta tener el nivel de resistencia necesario. Lo mismo se hace con la voluntad. Primero, se empieza con un reto pequeñito que puedas conseguir. Partimos de la idea de una persona que piensa de sí misma que no da conseguido cosas. Así, de reto en reto, se va fortaleciendo el músculo de la voluntad.

-Se queja del malgasto de energía psicológica que hacemos.

-Un clásico de los esfuerzos psicológicos innecesarios es confundir el amar con el hacerse cargo del otro. Eso es una ruina. También es terrible amar al que no te quiere amar. Es un esfuerzo y pérdida de tiempo luchar por el amor de alguien que no te quiere. También hay gente que confunde ser bueno con ser obediente, con lo que la persona se carga de obligaciones y obedece a todo el mundo porque no sabe decir que no o porque cree que ser bueno es ser obediente.

-Todo arranca de la infancia.

-Es cierto. En la infancia, se crea la imagen que tú consolidas de ti, cómo eres capaz de ser amado, de conseguir retos. La infancia condiciona mucho pero no es determinante para que no podamos cambiar.

-Hay personas deterministas que ven imposible luchar contra el destino, en una conexión con la filosofía estoica.

-La postura estoica es muy interesante porque nos proporciona un equilibrio. Dice que si hay cosas que puedes mudar, cámbialas; pero si hay otras que no dependen de ti y no puedes transformar, déjalas porque, de lo contrario, lo vas a pasar muy mal. Estamos siempre en esa lucha permanente de 'hacer que pase' o 'dejar que pase'.

-En los últimos seis años, aumentó un 11% la ingesta de tranquilizantes y somníferos. ¿Qué reflexión ofrece al respecto?

-Si no hemos desarrollado fuerza de voluntad, carácter, cuando estamos ante algo que nos duela, por pequeño que sea, nos hundimos. Además, vivimos en un momento con tanta presión externa que no me extraña que la gente para aguantar se tenga que automedicar. Esas dos condiciones explican que haya tanto aumento de ingesta de ansiolíticos y antidepresivos.