Parece que hay un acuerdo tácito de admiración, cariño y respeto de la ciudadanía viguesa con la coral olívica Casablanca. Es un contrato nunca rubricado, pero siempre respetado, según el cual cada actuación de la masa vocal dirigida por Óscar Villar Díaz va a resultar un clamoroso éxito de público, con espectaculares llenos absolutos y el cartel de "no hay entradas" en taquilla. Últimamente, ha trasladado sus actuaciones del Barbón al nuevo auditorio vigués, el Mar de Vigo, y sus mil cuatrocientas y pico butacas parecen aún pocas. Se diría que si hubiesen sido dos mil, dos mil entradas hubiesen vendido.

Su fama y celebridad puede deberse a un orgullo local de defensa de lo nuestro y nuestras tradiciones, pero también a la calidad de la Coral Casablanca, de la que han vuelto a destacar ayer algunas de sus virtudes: la precisión del "boca cerrada", que potencia a la riqueza melódica de las obras ejecutadas; la uniformidad vocal de esta "orquesta de cien voces", sin estridencias y donde todo resulta muy natural y sin esfuerzo aparente; o su justamente celebrada gama de bajos, que envuelve todas las canciones cálidamente. Dicha tesitura ofrece un cuerpo musical extraordinario y resalta la belleza de cada canción. A partir de estas cualidades técnicas la coral ha desplegado ayer toda una gama de sentimientos que van desde la más profunda ´morriña´ al recogimiento festivo, feliz y sereno, todos propios del tiempo de Navidad.

Presentó la actriz viguesa María Castro. ¿Y el repertorio? Pues popular, variado, reconocible y amable: tonadas populares y populistas, panxoñiñas y villancicos (abrió "Noche de paz"), jingles de anuncios de turrones y piezas de música clásica vocal. Y sobre todo, destacó una sorpresa de gran calibre sentimental.

La Coral Casablanca dedicó ayer buena parte de su función, desde el cariño y la admiración, al recientemente fallecido Emilio Aragón "Miliki", posiblemente el payaso más famoso de la historia de nuestro país (siempre acompañado de sus hermanos), que hizo soñar y reír a los niños de toda América latina y, por supuesto, España, por varias generaciones. Para muchos, de hecho, es Miliki nuestro primer recuerdo catódico, la primera imagen televisiva adherida a la retina.

Fue un homenaje musical, cantando sus temas ya inmortales, reinterpretados en majestuosa versión coral, claro, que hizo reverberar el genio melódico y para todas las edades de Emilio Aragón, "Miliki".