Matilde Asensi, y su protagonista, Catalina Solís, culminan en "La conjura de Cortés" su viaje hasta el Siglo de Oro español, ese lugar en el tiempo que ha merecido un nombre propio por su fructífero arte y el auge de un imperio donde no se ponía el sol, pero que debía rendir cuentas a los banqueros alemanes. Asensi, cuyas obras han llegado a veinte millones de lectores en el mundo, se despide de su heroína, que se ve obligada a desenmascarar una conjura para derrocar al rey de España.

–Catalina Solís es una heroína. ¿Haría falta en estos tiempos alguien como ella?

–Hace falta, sí. Pero no sé de dónde podríamos sacarla, aunque yo buscaría a ese héroe o heroína hasta debajo de las piedras. Necesito poder creer en alguien que pueda hacer algo. Porque en realidad no creo ni en partidos ni en sindicatos ni en organizaciones de ninguna clase; todos ellos nos han traído hasta aquí. Me gustaría creer, pero, ¿en qué?

–¿En los políticos?

–No, por descontado. Los héroes no salen de los partidos. Ni de ninguna de las maneras de los banqueros.

–En aquellos tiempos hablar de rescate tenía una connotación positiva. Hoy en día es casi una maldición, ¿no cree?

–Lo que nos espera en los próximos años gracias al rescate es tremebundo. Lo vamos a pagar con sangre. Y ya está bien, que llevamos muchos siglos de estar en malas condiciones.

–Entonces al menos España tenía el oro de América y eso ayudaba...

–¿Quién lo tenía? Nosotros no, no el pueblo, sino los que mandan. No ha cambiado nada. La gente de entonces no tenía nada y la de hoy lo está perdiendo todo. Por tanto estamos más o menos igual. Entonces aquel oro no servía para nada. Y hoy no hay de donde sacarlo y pedimos un rescate que tampoco nos va a servir para nada.

–En aquel momento a los nobles, dice, no se los juzgaba. ¿Y ahora?

–Y ahora tampoco. No a los nobles, sino a ciertos políticos y financieros.

–No eran tiempos aburridos. En este libro ha incluido mucha acción. ¿Por alguna razón especial?

–Cuando me planteé hacer una trilogía sentí cierta inseguridad porque me advirtieron que era complicado mantener el nivel, pero como soy más terca que una mula vieja, me lo propuse y creo que conseguí que mi trilogía fuese para arriba. Me dije que esta era la apoteosis final y que iba a dejar a los lectores sin respiración.

–Y ha incluido el amor...

–Es un guiño a mis lectores, que parecían muy entusiasmados con ese tema. Además mi personaje está en una edad en la que se tiene que enamorar, si no, no sería creíble. Porque entre los 16 y los 23 caemos todos. Parto de esa concesión, pero lo mío siguen siendo las aventuras y la novela histórica. El amor nunca será el centro de mis libros, pero me divertí.

–Su Catalina usa un alter ego masculino para vivir como de verdad desea. En lo que respecta a la situación de la mujer, sí se ha mejorado, ¿no?

–Queda mucho por lograr aún. El mundo está todavía gobernado por hombres, que no es que me parezca mal. Lo que me parece mal es que no estén también las mujeres ahí. Tenemos que estar ambos géneros porque es como se logra el equilibrio. Porque, aunque tenemos que tener los mismos derechos, no somos iguales y nuestras diferencias, conjuntamente, son las que hacen que las cosas funcionen. Las sociedades donde las mujeres están más integradas son más evolucionadas y funcionan mejor, mientras que las que tienen a la mujer marginada son las más atrasadas. Hay que integrar ambos géneros para que el mundo funcione. Si solo hay hombres, llegamos a donde estamos hoy: un mundo que se desmorona, económicamente hablando.

–Si las mujeres hubieran estado en puestos de decisión, ¿habría sido diferente?

–De haber estado los dos géneros, sí, porque la mujer es más prudente. Como saben las compañías aseguradoras de coches, hay cosas que son obvias. Nosotras tenemos como la prudencia, el no querer correr hacia adelante, el tener las ideas bien claras... y los hombres son lo contrario, de vamos a pisar el acelerador. Necesitamos las dos cosas. Juntas, son buenas.

–Mujeres como Catalina, que se disfrazaban de hombre, fueron borradas de la historia. ¿La novela histórica sirve para ayudar a ver el pasado de otro modo?

–De algún modo, la novela histórica cuestiona las mentiras que nos han enseñado. Si no, no tendríamos argumentos sobre los que escribir; al menos yo no tendría motivación suficiente para investigar como una loca durante años para descubrir qué hay ahí detrás. Es evidente que nos han engañado, que han manipulado la historia, que han borrado a quienes han querido y puesto a quien les ha dado la gana.

–¿Cuál es la distancia temporal necesaria para abordar una novela de ese tipo?

–No lo sé. A mí, por ejemplo, me encantaría investigar la Transición, pero creo que aún es un poco pronto. Tendrán que pasar 100 o 200 años para que pueda saberse la verdad de lo que pasó. Yo tengo que retrotraerme más atrás para poder tener acceso a la documentación que me permita investigar.