Escritor de culto para muchos, Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) tiene un amplio historial literario, con más de una treintena de libros, algunos de ellos títulos ineludibles, como "El mal de Montano", "Doctor Pasavento" y "Dublinesca". El más reciente resultado de su escritura indagatoria es "Aire de Dylan" (Seix Barral), una novela sobre el fracaso.

–Muchos de sus lectores se habrán sorprendido con esta apuesta narrativa en vez de la metaliteratura, y con una velada trama de género negro, con asesinos y asesinados...

–Hamlet se parece a Bob Dylan, o viceversa. Ambigüedad. Muchas personas en una. ¿Quiénes somos? "Es una buena pregunta", dice Dylan cuando le preguntan quién es, se lo preguntan en la película sobre Pat Garret donde él se llama Alias.

–También habla del derecho de una persona a contradecirse…

–El narrador se propone el silencio pero cae en la elocuencia, se contradice…

–Dice Vilnius, el protagonista: "Al igual que Dylan, mi padre fue un raro" ¿Qué diría el propio Dylan de esto?

–"Under the mango tree". Eso podría decir Dylan. O cantarlo.

–Con todos los artistas "raros", ¿por qué Dylan?

–Es el paradigma de artista moderno y el más genial. Y el que reúne más personalidades en una sola. Es lo que detesta el joven Vilnius, que sin embargo físicamente se parece a Dylan.

–Dice que ha sido escritores diferentes. ¿Es como Dylan, nunca está donde se le espera?

–En estos momentos soy solo el autor de "Aire de Dylan". Y no hay nadie ahí afuera esperándome.

–La novela gira en torno al fracaso o a la derrota, no sé qué prefiere, representado, entre otros aspectos, por ese Archivo General del Fracaso. ¿Este es necesario para que podamos reconducir nuestros pasos y llegar algún día al éxito?

–Sí. Pero el éxito –véase "Barton Fink", de los hermanos Coen- puede ser un infierno.

–¿Cuál es el mayor fracaso para un escritor?

–No hay nadie con talento que no crea poder acercarse a la novela perfecta. Sabemos dónde han fallado los otros y hemos leído mucha teoría literaria, esas pistas elegantes para novelas aún no escritas. Lo tenemos todo para escribir la novela casi perfecta y sin embargo no la logramos –nadie lo ha conseguido– fracasamos en el intento, en el camino que va del éter a la realidad, de lo que hemos ideado a lo que hemos conseguido….

–La idea del fracaso colectivo está muy presente en la sociedad actual, aunque los fracasos se perdonan poco...

–Sí. Pero estoy pensando aún en lo que le estaba diciendo. Sería interesante que los mejores escritores confesaran donde fracasaron en sus mejores novelas, porque ellos lo saben muy bien aunque no lo airean porque está todo lleno de enemigos. Ese "mapa de decepciones" sería muy útil para saber algo sobre lo que actualmente tenemos escasa información. Y eso que vivimos en un mundo tan informado…

–Vilnius es un ideólogo de la indolencia y Lancastre un esforzado escritor. Cuesta creer que sean hijo y padre. En lo que coinciden es que sus caminos van hacia el fracaso.

–Que yo sepa, por lo general los hijos tratan de no parecerse a los padres… Encuentro pues normal que sean tan distintos.

–¿Que su padre sea una leyenda literaria es lo que paraliza a Vilnius?

–No exactamente, más bien la necesidad de ser "él mismo", ser alguien "auténtico" y por tanto distinto al padre. Pero ser hijo de famoso también le causa trastornos. Y también un ligero golpe en la cabeza, ¿no?

–Vilnius crea una sociedad secreta, Aire de Dylan, que nace con la filosofía de la indecisión y la desidia de Oblomov. ¿Somos perezosos, nos conformamos con tener una idea al día?

–Creo que el narrador más bien quiso decir que se trata de una idea nueva al día. En mi opinión, alguien que tuviera una idea nueva al día sería un genio. Es mucho, si lo pensamos bien, una idea nueva cada día. Muchísimo.

–¿Es la novela un homenaje al cine y al teatro?

–No, no hago homenajes de ningún tipo nunca. Pero la novela tiene una concepción del mundo calderoniana, con toques humorísticos. El mundo visto como una ilusión, un escenario. El espectáculo de la vida es el único que está en la cartelera.

–¿Sigue siendo usted un escritor obsesivo?

–Ya no lo sé, quizás porque tengo todo el rato la obsesión de que no consigo saber si realmente soy un escritor obsesivo.

–Hay una crítica a la posmodernidad. ¿Por convicción o por exigencias del guion?

–La sátira a la posmodernidad es básicamente una crítica al escritor posmoderno en general, pero muy especialmente al que yo he sido en ocasiones.

–¿Y hay muchos escritores obsesionados con ser vanguardistas?

–Hay escritores que se presentan como innovadores, y eso solo el tiempo lo dirá. No porque ellos digan que innovan están necesariamente innovando. O puede que innoven hacia la tontería, que también puede ocurrir. Dickens y Kafka nunca dijeron que innovaban y sin embargo cambiaron la historia de la literatura.