Pocas veces la presentación de un libro se convierte en un homenaje. Ayer, sucedió en el Auditorio do Mar de Vigo, donde unas setenta personas se congregaron para honrar a la escritora María Xosé Queizán. Tras escuchar excelentes consideraciones sobre su obra como feminista y autora literaria, Queizán aseguró sentirse "muy emocionada" e incluso "abochornada" ante las palabras recibidas. "No soy persona dada a homenajes. ¿Cómo voy a serlo si nunca me los hacen? Estoy tan bien instalada en mi silla de proscrita que no me lo creo", manifestó con cierta retranca.

Quienes hablaron muy en serio fueron Manuel Bragado, director de Xerais; así como la investigadora feminista Mónica Bar Cendón que reclamaron que la Real Academia Galega (RAG) acoja a Queizán como una de sus académicas para enmendar una "injusticia" que se lleva cometiendo con ella desde hace "mucho tiempo", según palabras del editor de Xerais.

Precisamente de Xerais era el libro cuya presentación sirvió ayer de homenaje a Queizán. Bajo el título de Cara a unha poética feminista. Homenaxe a María Xosé Queizán, la obra agrupó más de 20 trabajos de investigadores y amigos que resaltaron su obra desde el punto filosófico –por su feminismo– así como por su prosa y poesía.

En la recta final del homenaje, Queizán brindó unas palabras de agradecimiento y recitó varios poemas de su obra. Con ellos, fue descubriendo su amor por Vigo y su ría, así como el latido de una ciudad industrial cuyo despertar ella presenció de pequeña desde el balcón de la casa familiar en Urzáiz.

Recuerdos de un balcón

En esta calle, en el tercer piso de uno de los edificios frente a la estación de trenes, la niña Queizán aprendió a conocer el mar de Vigo, con sus continuos cambios de color y forma. Aseguró ayer que seguramente la primer cosa que vio cuando comenzó a ver fue, precisamente, el "mar desde el colo" de su madre. La inspección ocular de la ría llegó a ser tan minuciosa que llegó a adivinar cuándo la marea estaba alta o baja desde la farola de Urzáiz, simplemente viendo un retazo pequeño de la ría en Colón.

Al recitar otro de sus poemas, tuvo un recuerdo para las sirenas de las fábricas, el sonido del tranvía bajando del Calvario y los gritos que el enloquecido Pepiño Tula soltaba mientras iba recogiendo Faros. Él (de padre paseado) era "el único que gritaba en un tiempo de silencio", recordó la poeta.

Para Bragado, Queizán – que está a punto de finalizar su última novela, que editará Xerais– supone un ejemplo "de viguesa afrancesada" que inició el contacto con los autores existencialistas, precisamente, en su primer viaje a la capital del Sena. El editor también alabó la cabezonería de la autora por "procurar la libertad".

Por su parte, la catedrática de Filoloxía Galega Camiño Noia calificó a Queizán como "boa e xenerosa, algo pouco habitual nos nosos tempos". Noia, junto a Manuel Forcadela, fueron los encargados de coordinar a los especialistas que escribieron el libro presentado ayer. Entre los asistentes, también se encontraba la concejala Iolanda Veloso (cuya entidad apoyó el homenaje); mientras que Mónica Bar Cendón hizo las veces de Cicerone del acto, amenizado con la guitarra de Tony D´Arco.