“Estamos asistiendo a una dura toma de conciencia de las limitaciones que supone llevar sobre los hombros el papel cultural asignado a lo masculino. Y, a la vez, a una especie de búsqueda del Santo Grial de la masculinidad verdadera. Al hombre del siglo XXI ya no le sirven las referencias masculinas de las generaciones precedentes”. Tal opinión sostuvo ayer en el Club FARO el psicoanalista Manuel Baldiz, miembro de la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano.

Presentado por Arturo Camba, presidente de la Asociación Psicoanalítica de Galicia, Baldiz trató con claridad un tema muy presente: “Síntomas de la masculinidad contemporánea ¿el declive de lo viril?”. Y una de las conclusiones de tal charla merece frontispicio: “El hombre contemporáneo debería poder salir de las trampas imaginarias del modelo patriarcal-fálico sin necesidad de tener que feminizarse por ello. Un hombre que acepte realmente lo “hetero” pero sin confundirse con el otro sexo. Y, obviamente, un hombre que esté dispuesto a soportar los enigmas del deseo y el goce femeninos sin tener que recurrir jamás a la violencia... En esta modernidad líquida en la que todo el mundo exalta lo “homo” y lo “auto” (autoestima, autoayuda...), hay que reivindicar también la alteridad”.

Causas de una crisis

Eso fueron conclusiones pero Baldiz inició en realidad su charla planteando la crisis de la masculinidad basándola en varios supuestos que han ido incidiendo en su aparición. Una, que las investigaciones científicas concluían que la diferencia sexual entre hombres y mujeres no es sólo una construcción sociocultural sino que hay diferencias comprobadas incluso a nivel cerebral. Otro elemento que pudiera haber influido en esta crisis de modelo masculino es, según Baldiz, la consolidación, aunque todavía no completa, de muchas de las reivindicaciones feministas de las últimas décadas respecto a la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Una tercera sería el auge de la homosexualidad y, la cuarta, el auge también de la llamada cultura “queer”, eso que Giddens denomina sexualidad plástica, o sea la sexualidad liberada de las exigencias de la procreación. Lo “queer”, como explicó, sería lo raro, lo transgresor, la crítica a la creencia de que sólo hay hombre y mujer o heterosexual y homosexual sino que hay más sexos.

“Se nos dice que los hombres -comentó- se están transformando. Pero la deconstrucción del hombre testosterónico implica, entre otras cosas, cuestionarse su identidad guerrera. El último mohicano da paso al varón perplejo, que intenta por todos los medios incorporar supuestos atributos femeninos como la ternura, la vulnerabilidad, la sensibilidad..”. Hablando de los riesgos que esto supone y tras citar la metrosexualidad o lo ubersexual como fenómenos fugaces de este magma, habló Baldiz de Paule Salomón cuando escribe que, al integrar su parte femenina, corre el hombre el riesgo de seguir siendo un eterno hijo de su madre, demasiado tierno, demasiado amable...”

Otra afirmación de este psicoanalista fue que los grupos de hombres más concienzados ya empiezan a advertir que en este proceso de búsqueda el hombre puede caer en el error de tomar lo peor o más ridículo del otro sexo. Y que en este viaje ha sido pilotado en parte por los intereses de mercado (cremas, etc).

Más piezas en el camino hacia esa crisis de identidad masculina. ¿Qué le pide la mujer heterosexual de hoy al hombre? Según Baldiz, una doble demanda a veces nada fácil de resolver. Por una parte, hacerse con parcelas de su territorio de poder; por otra, no quieren renunciar muchas del todo a que el hombre les siga proporcionando protección, seguridad...

Habló Baldiz de la perspectiva del psicoanálisis, citando a Freud y Lacan, a freudianos y posfreudianos. “En Freud y Lacan aprendimos -dijo- que la masculinidad y la feminidad no están dadas de antemano, no son innatas, han de construirse en un largo proceso. Y que tanto los hombres como las mujeres suelen retroceder ante lo femenino”.

Aquel que tiene falo y aquel que tiene pene

El paradigma de lo masculino, el ideal de la masculinidad, el mito del Don Juan y el desmontaje del mismo realizado por los posfreudianos, lo masculino según Lacan... Fueron diversos los conceptos abordados por Manuel Baldiz para reseñar que, desde siempre, muchos sujetos han acudido al análisis con la demanda implícita o explícita de tratar de ser más hombre pero ¿qué era el hombre , qué lo definía? se preguntó.

“Para el psicoanálisis un modo de pensar el ser sexuado -dijo- es la de definirlo como aquel que tiene falo, que no es lo mismo que pene. Para tener falo el sujeto deberá, por un lado, dejar de serlo (sobre todo dejar de ser el falito de mamá), y, por otro, dejar de consolarse demasiado con objetos autoeróticos. La verdadera dificultad para los parlantes provistos de pene estriba en cómo renunciar a ese partenaire privilegiado que es el órgano viril, el partenaire de primera mano si me permiten el chiste, y arriesgarse a buscar el partenaire del otro sexo”.

Violencia de género

La violencia de género fue otro tema referido. “Ha existido siempre -afirmó- pero ahora se habla de ella más que nunca... Si la madre es el primer objeto erótico para cada sujeto ¿por qué después muchos hombres temen y odian a las mujeres, en vez de amarlas de un modo simple?... Podemos pensar entonces el sexismo como rechazo del otro sexo que se da en todo sujeto. Desde esa perspectiva tiene una gran semejanza estructural con el racismo. El sexismo es en realidad xenofobia, miedo de lo extranjero...”.

El psicoanálisis y su intervención en el debate público, en torno a la crisis de lo viril. En eso insistió al final de su charla, en la que afirmó que “muchos de los que se dicen heterosexuales no lo son tanto como ellos creen puesto que el inconsciente no admite la diferencia sexual y se rige por la lógica fálica”.